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Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 09 Es evidente que lo sucedido en Samaria no le preocupaba a Saulo. Pero otros de los que se habían dispersado, se fueron rumbo norte, probablemente a través de Galilea, y llegaron hasta Damasco. Esta era la ciudad más antigua e importante de Siria. Parece haber tenido una gran población judía en aquel tiempo, puesto que el versículo 2 habla de las sinagogas en plural. Saulo debe haber escuchado al menos rumores de que los creyentes dispersados tenían éxito en su predicación del Evangelio en aquel lugar. Esto tuvo como fin un suceso sumamente importante, tanto que aparece relatado en tres ocasiones en el libro de los Hechos. La conversión de Saulo (Pablo) (9:1-9) "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer, Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió." Es posible que algunos de los otros que se unieron a la persecución de Hechos 8:1 perdieran su celo contra los cristianos; no así Saulo. Estaba aún respirando amenaza (el griego es singular) y muerte (asesinato) contra aquellos que eran discípulos (aprendices, estudiantes y seguidores) del Señor Jesús. Después (Hechos 26:10) relataría cómo votaba a favor de la muerte de los que habían creído en Jesús. "Respirando" sería aquí literalmente "inspirando". Es un participio griego (empnéon), que indica que esto se había convertido en algo característico y continuo. En otras palabras: Saulo creó alrededor de él una atmósfera de amenazas y muerte tal, que la estaba respirando continuamente. Así como el oxígeno le permite a un atleta seguir adelante, era esta atmósfera la que mantenía en acción a Saulo. Sin embargo, en aquel momento, la mayoría de los creyentes se habían marchado de Jerusalén. Por tanto, Saulo fue por decisión propia al sumo sacerdote y le pidió cartas oficiales para las sinagogas de Damasco, que le dieran autoridad para arrestar a cuantos hallase de este Camino (el Camino), fueran hombres o mujeres, y traerlos atados a Jerusalén (Hechos 26:11, 12). Esto significaría juicio ante el Sanedrín, y probablemente la sentencia de muerte. "El Camino" era un título muy interesante que recibían los creyentes, y que era aceptable para ellos. Cristo es el camino de salvación, el camino de la vida. (Vea Hechos 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22.) Damasco se hallaba a unos 220 kilómetros de Jerusalén en dirección nordeste, pero probablemente el camino en aquellos días tuviera cerca de 320 kilómetros. Cuando ya estaban llegando, lo rodeó repentinamente un resplandor de luz del cielo (centelleó como un relámpago). Como señala Hechos 26:13, siguió brillando alrededor de él con una luz más potente que el sol del mediodía. En la Biblia, se asocia frecuentemente la luz con las manifestaciones de la presencia del Señor. En Juan 17:5, Jesús oró a su Padre diciendo: "Ahora pues. Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese." Cuando resucitó de entre los muertos, su cuerpo resucitado estaba transformado: era inmortal e incorruptible, tal como lo será el nuestro (1 Corintios 15:52, 53). Pero la gloria no le fue restaurada hasta su ascensión. Probablemente los discípulos no hubieran podido soportar la gloria durante los cuarenta días que permaneció en la tierra con ellos. Pero ahora, apareció ante Saulo como el Cristo resucitado y glorificado. Más adelante, Saulo se referiría a esto: "Y al último de todos (después de todas las demás apariciones posteriores a su resurrección), como a un abortivo, me apareció a mí" (1 Corintios 15:8). Saulo, quien probablemente marchara a pie, cayó al suelo, sobrecogido. Entonces oyó una voz: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Lucas, al referirse a Saulo, siempre usa la forma griega de su nombre (como en el versículo 1, "Saulos"). Jesús usó la forma hebrea (Saoúl), que el libro de los Hechos conserva cuidadosamente aquí. Después Saulo confirmaría que Jesús le había hablado en hebreo (Hechos 26:14). Saulo conocía muy bien la Biblia hebrea, y reconoció que tenía que tratarse de una manifestación divina. Pero la pregunta lo confundió. ¿A quién perseguía él, sino sólo a los cristianos? Por eso preguntó: "¿Quién eres, señor?" Algunos piensan que esto quiere decir: "¿Quién es usted, señor?", usando la palabra "señor" sólo como un término de cortesía formal. Pero como reacción a esta manifestación obviamente sobrenatural, la palabra sólo puede referirse al Señor divino. La respuesta le llegó de inmediato: "Yo (enfático) soy Jesús, a quien tú (enfático) persigues." Al perseguir a la Iglesia, Saulo estaba persiguiendo al Cuerpo de Cristo, cuyos miembros están todos en Cristo. (Vea Mateo 25:40, 45; Efesios 1:23; 2:6.) Entonces Jesús añadió: "Dura cosa (difícil, peligrosa) te es dar coces contra el aguijón." Con esto. Jesús reconocía que buena parte de la persecución de los cristianos por Saulo se debía a que no tenía respuesta para sus argumentos. Era una reacción por medio de la cual estaba tratando de resistirse a la convicción del Espíritu Santo. Como un hombre que guiara un buey, el Espíritu Santo había estado guiando a Saulo hacia la verdad del Evangelio, pero él se estaba resistiendo violentamente, coceando contra el aguijón. Los argumentos de Esteban eran ese aguijón; su discurso final y la manera en que murió, eran aguijones; el esparcimiento del Evangelio y la reacción de los creyentes, eran aguijones; los milagros que confirmaban la Palabra eran cada uno de ellos un aguijón. Con todo esto, se estaba hiriendo peligrosamente a sí mismo. Esto no quiere decir que Saulo estuviese consciente de que todas aquellas cosas eran aguijones, ni siquiera de que se diera cuenta de que no tenía argumentos de valor contra los creyentes. Estaba tan lleno de furia, que no podía pensar en otra cosa que en la manera de detenerlos. Pero ahora que se había tenido que enfrentar con todo aquello y con Cristo mismo, no como el simple hombre Jesús, sino como el Señor divino, preguntó con sencillez: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" 5 Esto muestra un cambio total en la actitud de Saulo, que es la evidencia de que hubo en él un arrepentimiento genuino. Entonces, el Señor le dijo que se levantara y entrara a la ciudad de Damasco. Allí se le diría lo que le era necesario hacer. En realidad, Jesús le dijo más cosas a Saulo en este momento, pero Lucas deja el resto para que el mismo Saulo lo diga en su defensa ante Agripa (Hechos 26:16-18). En Galatas 1:1, 11, 12, 16, Saulo dice también claramente que había sido enviado directamente por Jesús, y no por ningún hombre. En otras palabras, era un auténtico apóstol o "enviado", puesto que Jesús mismo lo había enviado. Mientras tanto, los hombres que viajaban con Saulo permanecían atónitos, oyendo la voz (el sonido), pero sin ver a nadie. Hechos 26:14 dice que todos cayeron por tierra, pero pudieron levantarse antes que Saulo. Según parece, Saulo cerró los ojos debido al continuo resplandor; sin embargo, sí vio a Jesús. Después, cuando se levantó del suelo, no pudo ver nada. Sus compañeros de viaje lo tomaron de la mano y lo entraron en Damasco. Allí permaneció durante tres días, incapaz de ver, y no comió ni bebió nada. Ananías es enviado a Saulo (9:10-19) "Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí'. Señor, Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí", él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo; Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco." Al tercer día, el Señor (Jesús) se le apareció a un discípulo llamado Ananías, un judío piadoso convertido al Señor (Hechos 22:12). La aparición tuvo lugar en una visión, en la que Jesús le dijo que fuera a la calle (callejón) llamada Derecha. En los tiempos antiguos, esta calle iba directamente de un extremo de la ciudad al otro, y es todavía una calle importante en el Damasco de hoy. Allí, debía buscar (preguntar) en la casa de Judas a Saulo de Tarso, porque he aquí que sorpresiva e inesperadamente, mientras Saulo estaba orando, había visto (en una visión) a un hombre llamado Ananías que entraba e imponía las manos sobre él, para que recobrara la vista. Ananías puso objeciones al principio. Había oído de muchos acerca de las numerosas cosas malas que Saulo les había hecho a los santos del Señor en Jerusalén. Es evidente que Ananías era un judío nacido en Damasco, o bien había vivido allí por largo tiempo. Como es de suponer, muchos de los creyentes que habían huido de la persecución, habían llegado allí, y traían noticias de la furia de Saulo. También habían llegado noticias de que Saulo tenía autoridad delegada de los jefes de los sacerdotes para apresar a todos los que invocaran el nombre de Jesús. Por esto, es posible que la iglesia de Damasco se hubiera estado preparando para enfrentarse al mismo tipo de dispersión que había tenido lugar como consecuencia de las persecuciones de Jerusalén. El Señor le ordenó de nuevo a Ananías que fuera, y lo tranquilizó diciéndole que Saulo era su propio vaso escogido para llevar su nombre en presencia de los gentiles (las naciones) y también ante reyes, y ante los hijos (pueblo) de Israel. Más aún: Jesús mismo le mostraría a Saulo (le advertiría, le haría ver) cuánto le sería necesario padecer por su nombre. Entonces Ananías obedeció, entró a la casa y puso las manos sobre Saulo, mientras lo llamaba "hermano". Con esto, reconocía que Saulo era ya un creyente. Después le explicó que el Señor lo había enviado, e identificó al Señor como Jesús, que se le había aparecido a Saulo en el camino por donde venía (a Damasco). Es probable que esta explicación le pareciera necesaria a Ananías, porque los judíos usaban normalmente el término "Señor" para referirse a Jehová (Yahvé), el único Dios verdadero. Pero en realidad no era necesario, puesto que Saulo ya había reconocido a Jesús como Señor. Ananías añadió que el Señor lo había enviado por dos motivos. Primero, para que Saulo pudiera recobrar su vista; segundo, para que fuera lleno del Espíritu Santo. De inmediato, algo que parecía escamas cayó de los ojos de Saulo; pudo ver de nuevo, se levantó y fue bautizado. Fue entonces cuando dio por terminado su ayuno, tomó alimento y recobró fuerzas. Después de aquello, permaneció varios días con los discípulos de Damasco. El versículo 12 no habla de que Jesús le diera la orden de imponer manos sobre Saulo para que fuera lleno del Espíritu Santo. Tampoco dice el versículo 18 cómo recibió Saulo el Espíritu. Una vez más, vemos que Lucas no lo repite todo en todos los lugares. Con esto, está indicando realmente que la experiencia de Saulo al ser lleno del Espíritu Santo no fue diferente de la del día de Pentecostés. Podemos tener la seguridad de que habló en otras lenguas en aquel instante, como lo habían hecho anteriormente en Hechos 2:4. Tito 3:5-7 confirma lo anterior, al mostrar que el Espíritu Santo había sido derramado tanto en Saulo como en Tito, abundantemente. Cada uno de ellos tuvo su propio Pentecostés personal. En realidad, no hay duda alguna sobre si Saulo habló en lenguas o no. Años más tarde les diría a los corintios que él hablaba en lenguas más que todos ellos juntos (1 Corintios 14:18).n No se vuelve a mencionar a Ananías. Sin duda, continuaría viviendo en humilde obediencia al Señor y su Palabra. Pero Saulo nunca olvidó a este varón de Dios que fue el primer creyente que lo llamó "hermano". Saulo predica en Damasco (9:20-25) "En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? "Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta." Saulo se convirtió de inmediato en parte del cuerpo de discípulos de Damasco. Puesto que había aceptado el envío del Señor, no esperó para comenzar a predicar a Cristo. De inmediato se fue a las sinagogas donde antes había pensado buscar a los creyentes y enviarlos atados a Jerusalén. Pero, para el asombro de todos (un asombro total que casi los dejaba sin sentido), proclamaba a Cristo (Jesús) como el Hijo de Dios. La gente apenas podía creer que esta fuera la misma persona que asolaba (destrozaba, traía destrucción sobre) aquellos de Jerusalén que invocaban ese nombre. Sin embargo, Saulo estaba cada vez más repleto de aquel asombroso poder y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando (esto es, deduciendo de las Escrituras) que Jesús era el Cristo, el Mesías (el Profeta, sacerdote y Rey ungido por Dios). En otras palabras, usaba las profecías del Antiguo Testamento para mostrarles cómo habían sido cumplidas en Jesús. Después de bastante tiempo, los judíos (esto es, los que no habían creído) resolvieron en consejo matarlo. Pero su plan llegó a oídos de Saulo. Estaban vigilando las puertas muy cuidadosamente día y noche, con la intención de matarlo. La segunda epístola a los Corintios (11:32) indica que el gobernador (etnarca) del rey Aretas IV de Arabia (quien reinó entre el 9 a.C. y el 40 d.C.), cooperaba en aquel plan, o quizá recibiera dinero de los judíos para que los ayudara a capturar a Saulo. Los discípulos de Saulo (sus convertidos), sin embargo, echaron a perder su plan, bajándolo por el muro en una gran canasta flexible hecha de juncos tejidos, o algún material similar. En 2 Corintios 11:33, Saulo añade que lo descolgaron por una ventana. (Se pueden ver casas con una parte construida sobre el muro de la ciudad de Damasco aún hoy.) Gálatas añade a esto que Saulo había recibido el Evangelio que predicaba (incluyendo los dichos de Jesús) por revelación directa del mismo Jesús (Gálatas 1:12, 16). También afirma Saulo que se había alejado de Damasco por un tiempo durante este período, y había ido a Arabia, para volver después a la ciudad. Puesto que, como creen muchos eruditos. Damasco se hallaba dentro del reino de los árabes nabateos en aquellos tiempos, Saulo no tuvo que ir muy lejos de la ciudad. (Es probable que fuera hacia el este.) Gálatas indica también que no fue sino hasta tres años más tarde (o durante el tercer año), cuando los muchos días se cumplieron, y él fue a Jerusalén. Quizá Jesús le diera parte de esta revelación a Saulo durante el tiempo en que estuvo ciego, pero es probable que la mayor parte de ella la recibiera durante el tiempo que estuvo en Arabia. Bernabé recibe amistosamente a Saulo (9:26-31) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo." Al llegar a Jerusalén Saulo trató de unirse a los discípulos (en la adoración y el ministerio de la Iglesia). Pero todos le tuvieron miedo. Sabían lo que él le había hecho a la Iglesia; su primer pensamiento fue que se trataba de algún truco o engaño para averiguar quiénes eran y destruirlos. Sin embargo, Bernabé lo aceptó, haciendo honor a su nombre, que significa "hijo de consolación". Con toda seguridad, realizó algunas investigaciones, y después tomó a Saulo para llevarlo ante los apóstoles, y explicarles cómo había visto al Señor y había hablado abiertamente en Damasco. Esto indica que Bernabé les proporcionó todos los detalles. Durante algún tiempo, Saulo estuvo asociado a los creyentes, y entraba y salía de Jerusalén. Siguió hablando denodadamente con toda libertad en el nombre del Señor, pero pasaba la mayor parte del tiempo hablando y disputando (discutiendo, debatiendo) con los "griegos", es decir, con los judíos helenistas, o de habla griega. Iba a las sinagogas de los helenistas, entre las que se encontraban las mismas que habían discutido con Esteban (Hechos 6:9). Sin embargo, no visitó las iglesias de Judea (las que estaban fuera de Jerusalén), porque más tarde diría que no les era "conocido de vista" en aquel tiempo (Gálatas 1:22). Como antes había sucedido con Esteban, el mensaje de Saulo sobre el Evangelio suscitó la ira de estos judíos helenistas, y trataron de matarlo. Probablemente lo consideraran un traidor que no tenía necesidad de juicio. Tan pronto como los creyentes de Jerusalén oyeron esto, bajaron con Saulo a Cesarea, y lo enviaron a Tarso. Jesús también se le apareció para decirle que se fuera de Jerusalén (Hechos 22:17-21). Sin embargo, los creyentes no lo enviaron lejos simplemente para salvarlo del martirio. Lo enviaron como representante de ellos, y como persona calificada para llevar el Evangelio a Tarso, su ciudad natal. Tarso, que estaba a unos 480 kilómetros en dirección norte, era la capital y la ciudad de mayor importancia de la Cilicia. Estaba situada en la llanura costera, a dieciséis kilómetros del mar Mediterráneo. Era una ciudad libre, y muy conocida por sus estudios superiores. Sólo la superaban Atenas y Alejandría en cuanto a oportunidades de adquirir cultura. Allí se necesitaba a Saulo. Después de irse Saulo, todo se aquietó de nuevo. Lucas, en otro corto resumen, señala que las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria, eran edificadas (acrecentadas espiritualmente y en número), andaban en el temor del Señor, eran fortalecidas por el Espíritu Santo, y crecían. De esto deducimos que tanto Galilea como Samaria habían sido bien evangelizadas ya en este momento, aunque Lucas no dé detalles sobre cómo se hizo. Notemos también que en el texto griego la palabra "Iglesia" aparece en singular. Las diversas asambleas de aquellas regiones se hallaban en comunión las unas con las otras, y constituían un solo cuerpo bajo Cristo, que era su cabeza (Efesios 1:22, 23). Pedro en Lida (9:32-35) "Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor." Después de la breve declaración del versículo 31, Lucas comienza una secuencia que nos lleva hasta el momento en que Pedro les lleva el Evangelio a los gentiles de Cesarea. Puesto que la situación era pacífica en aquel momento en Jerusalén, pudo salir de la ciudad. De manera que comenzó a visitar toda la región mencionada en el versículo 31. En sus viajes, llegó a visitar a los santos (creyentes consagrados) que vivían en Lida (en el camino a Jope). Habiendo hallado allí un paralítico llamado Eneas, que yacía en su cama (colchón) desde hacía ocho años, le dijo: "Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama" (ahora, en este momento, mientras te estoy hablando). Su sanidad fue instantánea. Todos los habitantes de Lida, y de la llanura de Sarón, al oeste y al noroeste de Lida la vieron, y se convirtieron al Señor (Jesús). Llevan a Pedro a Jope (9:36-43) "Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacia cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita; levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. "Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor." En Jope, un puerto marítimo de la costa del Mediterráneo, a unos dieciséis kilómetros al noroeste de Lida, y a sesenta y dos kilómetros de Jerusalén, vivía Tabita (su nombre arameo). También era conocida por el nombre griego correspondiente, Dorcas ("gacela", un antílope considerado símbolo de la delicadeza). Abundaba en buenas obras, especialmente en las obras a favor de los pobres que hacía continuamente. Algunos creen ver en su ministerio un ejemplo del don de ayuda (1 Corintios 12:28). Estando Pedro en Lida, Dorcas enfermó y murió. La lavaron, la colocaron en un aposento alto y enviaron dos hombres a pedirle a Pedro que no tardara en ir a ellos. Cuando Pedro llegó al aposento alto, todas las viudas lo rodearon llorando y mostrándole las túnicas (prendas interiores) y los vestidos largos y amplios que Dorcas hacía (siempre) mientras estaba con ellas. Debido a su actitud desesperada, Pedro las sacó a todas del cuarto, se puso de rodillas, oró y volviéndose al cuerpo, dijo en fe: "¡Tabita, levántate!" (Muchos ven aquí un paralelo entre el Tabita cumi de ahora y el Talita cumi de Marcos 5:41.) Su acción de sacar a los que hacían duelo era un paralelo de lo que Jesús había hecho cuando resucitó a la hija de Jairo (Lucas 8:54). Pedro se hallaba con El en ese momento, y aprendió que una atmósfera de falta de fe no es más que un impedimento para la fe que ve milagros. Sin embargo, Pedro hizo algo que Jesús no había hecho en aquel momento: pasó algún tiempo en oración. Como respuesta a su oración, Dorcas abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó. Dándole la mano, Pedro la levantó. Entonces, llamando a los santos (todos los creyentes), se la presentó viva. Esto fue notorio a través de toda la población de Jope y se convirtió en medio para la dispersión del Evangelio. Muchos creyeron en el Señor (Jesús), pero Pedro no tomó para sí crédito ninguno por esto. No obstante, se quedó en Jope por muchos días con un cierto Simón, curtidor (profesión considerada impura por muchos).
Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 10 Los capítulos 10 y 11 nos traen hasta un momento que le da un giro importante al libro de los Hechos. Aunque Jesús había encargado a los apóstoles de enseñar (hacer discípulos de) a todas las naciones (Mateo 28:19), ellos no estaban ansiosos por hacerlo. Aquellos que se dispersaron debido a la persecución que tuvo lugar después de la muerte de Esteban al principio, les habían predicado el Evangelio sólo a los judíos (Hechos 11:19). Evidentemente, habían interpretado la expresión "todas las naciones" como referente a los judíos dispersos entre todas las naciones. Desde el principio se ve con claridad en la Iglesia que convertirse a Cristo e incluso recibir el bautismo en el Espíritu Santo, no son circunstancias que quiten de forma automática los prejuicios con los que crece la persona. Pedro había progresado algo: aceptaba la obra del Señor en la salvación de los samaritanos. Pero éstos estaban circuncidados y guardaban la Ley tan bien como muchos judíos. También estaba dispuesto a hospedarse en la casa de un curtidor "impuro" que era creyente. Sin embargo, no se habían enfrentado todavía a la mayor de las barreras. Había muchas leyes y costumbres que separaban a los judíos de los gentiles, en especial las leyes dietéticas. Tampoco podía ningún judío comer alimentos preparados por un gentil, porque creían que esto también los haría impuros. Cornelio manda a buscar a Pedro (10:1-8) Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo. En Cesarea (unos 50 kilómetros al norte de Jope), la capital de la Judea bajo los procuradores romanos. Roma estacionó un cuerpo (cohorte) especial de soldados, conocido como "la compañía italiana". Uno de ellos, Cornelio, era centurión al frente de cien soldados de infantería. En autoridad y responsabilidad se compararía al capitán de los ejércitos modernos. Como todos los centuriones que se mencionan en el Nuevo Testamento, era un hombre bueno y, como el que Jesús elogiara en Mateo 8:10, 11, también era un hombre de fe. En aquellos días, algunos gentiles estaban cansados de las cosas absurdas, la idolatría y la inmoralidad de las religiones de Roma y Grecia. Muchos, entre ellos Cornelio, habían encontrado algo mejor en las enseñanzas de las sinagogas, y habían aceptado la verdad del único Dios verdadero. Lucas dice que Cornelio era un hombre piadoso. En otras palabras, era recto en sus actitudes hacia Dios y hacia los hombres, y por gracia, vivía una vida correcta ante Dios. También era temeroso (reverenciaba a) de Dios, con toda su casa (lo cual incluía tanto la familia como los sirvientes). Debido a su influencia, todos ellos asistían a la sinagoga, se sentaban en la parte posterior, oían la enseñanza y creían en Dios. Sin embargo, no se habían hecho plenamente prosélitos, o convertidos al judaísmo. Por consiguiente, ni habían aceptado la circuncisión ni guardaban las leyes sobre la alimentación. No obstante, Cornelio era generoso en las limosnas que le hacía al pueblo (los judíos) y oraba a Dios siempre ("a través de todo", es decir, a diario y en toda circunstancia). Dicho de otra forma, buscaba realmente al Señor para que lo guiara en todas las cosas. Por lo que se deduce del versículo 37, es evidente también que Cornelio conocía el Evangelio. Muchos eruditos bíblicos creen que Cornelio quería aceptar a Cristo y recibir la plenitud del Espíritu Santo, pero se le había dicho que tendría que comenzar por hacerse judío. Es muy posible que en aquella misma circunstancia estuviera pensando en dar aquel paso. De lo que sí podemos estar seguros, es de que Dios vio el deseo de su corazón. Alrededor de las 3 en punto de la tarde, la hora judía de la oración vespertina, estaba ayunando y orando. (Vea el versículo 30.) De pronto, se le apareció un ángel en una visión ("algo que vio"), esto es, en una verdadera aparición o revelación, abiertamente a la luz del día. No se trataba de un sueño, o de una visión semejante a los sueños; era algo muy real. Note que el versículo 7 dice que el ángel se marchó. Esto confirma que se trató de un suceso muy real, y no simplemente de una visión al estilo de los sueños. Cuando Cornelio dirigió su mirada hacia el ángel, se sintió atemorizado (lleno de temor, miedo o incluso terror). Era una reacción natural ante lo sobrenatural, en un hombre que nunca antes había experimentado nada sobrenatural. Pero, a pesar de su temor, le preguntó: "¿Qué es Señor?", lo cual indica que consideró al ángel como una manifestación divina. Sin embargo, el ángel dirigió su atención hacia Dios. Sus oraciones y sus limosnas habían subido (ascendido) para memoria (recuerdo, o mejor, ofrenda memorial) ante Dios. Entonces, el ángel le indicó que enviara hombres (que él mismo escogiera) a Jope, a buscar a Simón Pedro, que estaba posando en casa de Simón el curtidor. Pedro le diría lo que le era necesario hacer. Tan pronto como se marchó el ángel, Cornelio llamó a dos de los siervos de su casa. Como lo indica el versículo 2, eran hombres temerosos de Dios. Lucas llama "devoto" también (hombre de Dios, temeroso de Dios) al soldado que asistía a Cornelio. Después de explicarles en detalle lo que el ángel había dicho, los envió a los tres a Jope para que buscaran a Pedro. Las visiones de Pedro (10:9-22) "Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis: " y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez; Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de si sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras". Al día siguiente, a eso del mediodía, los tres hombres enviados por Cornelio se acercaban a Jope. Dios es siempre fiel y obra en ambas partes, de manera que era tiempo de preparar a Pedro. Pedro subió al techo plano de la casa por una escalera exterior. La mayoría de los judíos consideraban que el mediodía era una de las horas de oración (Salmo 55:17; Daniel 6:10). Pero, aun cuando su intención era orar, sintió mucha hambre y quiso comer. Se lo hizo saber a sus anfitriones; mientras permanecía en el techo, esperando a que le prepararan comida, "le sobrevino un éxtasis". Esto no significa algo así como un "trance", en el sentido moderno de la palabra, ni tampoco quiere decir que cayera en un estado hipnótico. Simplemente significa que su mente fue apartada de lo que estuviera pensando, mientras tenía la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder. Entonces vio los cielos abiertos y algo que descendía de ellos. Era semejante a un enorme lienzo atado de las cuatro puntas y lleno de todo tipo de cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles de la tierra y aves del cielo. Una voz le ordenó: "Levántate, Pedro, mata y come." Pedro tenía la sensibilidad espiritual suficiente para saber que aquella era la voz del Señor (esto es, del Señor Jesús). Pero sus prejuicios vencieron a su deseo normal de obedecer al Señor. Por esto replicó: "Señor, no (de ninguna manera); porque ninguna cosa (profana, sucia) común o inmunda (no kosher) he comido jamás." La voz le respondió: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común (impuro)." La negación es muy enfática aquí. Desde aquel momento, no debería considerar nada como impuro cuando Dios lo hubiera purificado. Después, para insistir más en ello, esto se repitió tres veces. Los prejuicios de Pedro eran tan fuertes, que hizo falta llegar hasta este extremo para fijar esta verdad en su mente. Pedro tenía el discernimiento espiritual suficiente para saber que esta visión tenía un significado que iba más allá de la posibilidad de comer alimentos que no fueran kosher, esto es, puros. El hecho de que estuviera perplejo sobre lo que esto significaría, no quiere decir que tuviera duda alguna de que tuviera un significado. Más bien quiere decir que tenía dificultad en tratar de comprender cuál era. Estaba confundido sobre su posible explicación. No obstante. Dios no lo dejó especular por mucho tiempo. Los hombres enviados por Cornelio se hallaban ya a la puerta, gritando para que los atendieran y preguntando por Pedro. Por esto, el Espíritu Santo interrumpió sus pensamientos (sus cavilaciones, mientras pesaba esta posibilidad y aquella) sobre la visión y le dijo que había tres hombres que lo buscaban. Debía levantarse, descender (por la escalera exterior) del techo e ir con ellos sin dudar, esto es, sin vacilación. (La palabra dudes del versículo 20 corresponde a diakrinómenos, palabra griega diferente a diéporei, la usada en el versículo 17) Era el Espíritu Santo el que los había enviado, al impulsar la obediencia con la que Cornelio los envió. Pedro obedeció, les dijo a los hombres que él era el que andaban buscando, y les preguntó cortésmente por la razón de su venida. Se la explicaron, añadiendo que Cornelio era un hombre de buen testimonio en toda la nación de los judíos. El encuentro entre Pedro y Cornelio (10:23-33) "Entonces, haciendoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo; Levántate, pues yo mismo también soy hombre. Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado". Por la mañana, después de haberlos hospedado durante la noche, Pedro se marchó con los tres hombres, pero tuvo el cuidado de llevar consigo a seis buenos hermanos judíos creyentes. (Vea Hechos 11:12.) El sabía que los demás creyentes lo llamarían a cuentas por haber entrado a la casa de un gentil, así que quería tener algunos testigos en los que pudiera confiar. Con el fin de estar seguro, tomó el doble de los dos o tres que exigía la Ley. (Vea Mateo 18:16; Deuteronomio 19:15.) Al siguiente día, cuando llegaron a Cesarea, se encontraron a Cornelio esperándolos con la casa llena de gente. El creía en la promesa del Señor. Por tanto, esperaba que Pedro fuera de inmediato y, calculando cuál sería el momento de su llegada, se tomó el trabajo de reunir a todos sus familiares y amigos íntimos. Cuando llegó Pedro, Cornelio estaba tan consciente de que Dios lo había enviado, que apenas lo encontró, cayó a sus pies y adoró (se puso de rodillas ante él). Probablemente, Pedro se quedara estupefacto ante esto. Rápidamente, lo asió y lo levantó, diciéndole categóricamente que él también era hombre, ser humano. Pedro no quería que nadie le diera preeminencia a ninguna personalidad humana en la Iglesia. El texto indica de manera implícita que cuando Pedro entró, se sorprendió de ver tanta gente. Comenzó su sermón recordándoles a todos los allí reunidos que era abominable (ilegal) para un judío juntarse (hacerse acompañar por) a o acercarse (tener acuerdo con) un extranjero. Pero él se hallaba allí, porque Dios le había mostrado que a ningún hombre (ningún ser humano) le llamara inmundo. Por lo cual, al ser llamado, fue sin replicar. Sin embargo, a continuación le preguntó el motivo por el que le habían hecho ir. Como respuesta, Cornelio le relató cómo cuatro días antes (contando aquel día como el cuarto) un varón con vestido resplandeciente (brillante) le dijo que enviara a buscar a Pedro, y eso había hecho. Pedro había hecho bien en ir. Es decir, estaban complacidos de que hubiera ido. 9 Todos ellos estaban en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios le había mandado (indicado) que les dijera. Buenas nuevas para los gentiles (10:34-43) "Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre". El sermón de Pedro en la casa de Cornelio representa un hito en la historia de la Iglesia primitiva. Desde el principio, demuestra que ahora comprendía plenamente el significado de aquella visión repetida que había recibido en el techo. Veía que Dios ciertamente no hace acepción de personas. Esto es, que no muestra favoritismo ni parcialidad. En toda nación, aquel que le teme (adora y reverencia) y hace (obra, realiza) justicia (como evidencia de la grada divina recibida por fe), es agradable ante El. La imparcialidad de Dios no es una idea nueva. Había sido enseñada en pasajes del Antiguo Testamento, tales como Deuteronomio 10:17; 2 Samuel 14:14; 2 Crónicas 19:7. (Vea también Amos 9:7; Romanos 2:11; 1 Pedro 1:17.) Esto no significa que Dios no pueda escoger, pero no lo hace fundándose en diferencias externas o nacionales, ni limitándose a ellas. Por ello, estos gentiles, si reunían estas cualidades de adoración, fe y fidelidad, eran tan aceptables ante Dios, como cualquier judío. Entonces Pedro les recuerda a Cornelio y a sus amigos el mensaje que Dios le envió a Israel, anunciando (diciendo las buenas nuevas, el evangelio de) la paz por medio de Jesucristo. En este instante, Pedro no pudo evitar la inserción de la expresión "Este es Señor de todos". Después, continuó, recordándoles el mensaje que ellos conocían. "Vosotros sabéis" es enfático en griego en esta situación. Esto quiere decir que ellos conocían los hechos sobre Jesús, incluso la promesa del Espíritu Santo. Quizá hubieran oído predicar a Felipe. De todas maneras, Pedro reconocía que alguien les había dado el mensaje, porque había sido predicado a través de toda la Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Nadie que asistiera a las sinagogas podía haber escapado de oírlo. El mensaje era el mismo Jesús, Jesús de Nazaret, a quien Dios había ungido con el Espíritu Santo y con poder. (Vea Isaías 11:2; 6:1, 2; Lucas 4:18, 19.) Este Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos (derrotados o tratados duramente) por el diablo ("el calumniador"; el jefe de todos los calumniadores), porque Dios estaba con El. Entonces Pedro añade: "Y nosotros (los apóstoles, más que los creyentes de Jope) somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén." Después sigue adelante con el mensaje. A éste que no había hecho más que bien, lo mataron y lo colgaron de un madero (algo hecho de madera, esto es, la cruz). En contraste con lo que los hombres habían hecho con Jesús, Dios lo levantó (resucitó) de entre los muertos al tercer día. (Vea Oseas 6:2; 1 Corintios 15:4, 20, 23.) Entonces, Dios hizo que se manifestase (se hiciese visible), no a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos por El de antemano, esto es, a Pedro y a los demás que comieron y bebieron con El después de que resucitara de entre los muertos. Esta era una prueba concreta sobre la realidad del cuerpo resucitado de Cristo. No era un espíritu, ni un producto de su imaginación, sino una persona muy real con la cual tenían intimidad. Como consecuencia del mandato de Cristo, estos testigos proclamaban estas buenas nuevas ante el pueblo y testificaban solemnemente que Jesús había sido puesto (nombrado) como Juez de vivos y muertos. Con esto, Pedro no estaba hablando de los espiritualmente vivos y los espiritualmente muertos. Más bien decía que Jesús es y será el Juez de todos los que han vivido o vivirán jamás en la tierra. Esto confirma lo que Jesús había dicho en Juan 5:22: "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo." Por tanto, al igual que Jesús es el Mediador entre Dios y el hombre en la redención, también se hallará en el juicio. Después, como solía hacer, Pedro presentó el testimonio de los profetas. Ese testimonio da en su totalidad una prueba más de que todo el que crea en El recibirá perdón de los pecados por su nombre: por su autoridad y porque El es quien es (el Salvador crucificado y resucitado). El derramamiento del Espíritu Santo (10:44-48) "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días". Mientras Pedro hablaba aún estas palabras (en griego, rhémata), hubo una interrupción súbita e inesperada procedente del cielo. El Espíritu Santo se derramó sobre todos los que oían la Palabra. Esto dejó totalmente asombrados a los creyentes judíos que habían ido con Pedro. En realidad, los dejó totalmente estupefactos ver que el Espíritu Santo se derramaba sobre los gentiles. La expresión "derramase" relaciona este suceso con lo que había tenido lugar en el día de Pentecostés (Hechos 2:17, 33). También lo relaciona el que hayan hablado en lenguas (lenguajes) y glorificado a Dios. Esta evidencia convenció por completo a aquellos creyentes judíos. También es una indicación de que la experiencia de Pentecostés se puede repetir. Pedro reconoció que esto era una nueva confirmación de que no sólo Dios los aceptaba, sino que los hacía parte de la Iglesia. En Pentecostés, el Espíritu Santo se había derramado sobre creyentes que ya habían sido identificados como la Iglesia y como el Templo del Espíritu Santo. Con este tipo de evidencia, ¿quién les podría impedir el bautismo en agua? Su experiencia al recibir al Espíritu era exactamente la misma que la de los creyentes judíos. Aquí podemos notar que estos gentiles, cuyo corazón estaba preparado gracias al mensaje del ángel, creyeron y fueron salvos mientras Pedro predicaba. Entonces estuvieron listos para el derramamiento del Espíritu Santo. Más adelante, en Hechos 15:8, Pedro diría: "Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros." Esto significa con toda seguridad que el bautismo en el Espíritu Santo dio testimonio de la fe que ya tenían antes de ser llenos con el Espíritu. Por indicación de Pedro, fueron bautizados en el nombre (por la autoridad) del Señor Jesús. Esto fue una declaración pública de su fe, un testimonio de la fe que ya tenían, de la fe que ya había traído la purificación a su corazón (Hechos 15:9). Entonces, le rogaron a Pedro que se quedara con ellos por algunos (pocos) días. Sin duda, querían más instrucción y anhelaban confraternizar espiritualmente con él.
Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 11 Pedro tenía razón al pensar que necesitaría tener testigos consigo cuando fuera a la casa de Cornelio. Tuvo necesidad de explicar todo lo que había sucedido allí. El hecho de que Lucas haya escrito esto, repitiendo buena parte de lo dicho en el capítulo 10, nos demuestra lo importantes que fueron los sucesos de Cesarea. Gracias a ellos, aprendieron que Dios quería aceptar a los gentiles sin circuncisión, esto es, sin que se hicieran judíos. De esta forma, la repetición pone de realce el hecho de que el cristianismo no era tan sólo algo que añadir o sobreponer al judaísmo. Los gentiles podían llegar directamente al Nuevo Pacto sin necesidad de ir primero al Antiguo. Podían hacer suya la promesa de Abraham sin el signo exterior del pacto abrahámico. La aceptación de la explicación de Pedro (11:1-18) "Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa. Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!" Los gentiles de la casa de Cornelio recibieron (acogieron) la Palabra de Dios. Esto quiere decir que la recibieron bien dispuestos, reconocieron su veracidad y aceptaron su mensaje de arrepentimiento, perdón y salvación. Esta noticia era sorprendente, y probablemente no les pareciera buena a algunos judíos. Las noticias así viajan con rapidez y llegaron a los apóstoles y al resto de los hermanos (los creyentes) que estaban en Jerusalén, antes del regreso de Pedro. Cuando él llegó, "los que eran de la circuncisión" (lo que en aquellos momentos incluiría a todos los creyentes de Jerusalén, puesto que todos eran judíos o prosélitos plenos), estaban esperándolo. Inmediatamente comenzaron a disputar con él (lo criticaban, lo juzgaban) por haber entrado en la casa de unos hombres incircuncisos (lo cual ellos consideraban contaminador) y, peor aún, haber comido con ellos. El hecho de que aquellos creyentes estaban muy molestos se ve en que no usaron la palabra corriente para decir "incircuncisos". En cambio, usaron una palabra popular que era un verdadero insulto contra los gentiles. También es bastante probable que una razón por la que estaban molestos era porque tenían temor de que el gesto de Pedro le diera fin al período de paz del que habían estado disfrutando, al volver a los judíos inconversos contra ellos. Entonces Pedro comenzó a explicarles todo desde el principio, esto es, desde el momento en que tuvo la visión en Jope. Ciertamente, añade que la tela descendió cerca de él, de tal manera que pudo mirar de cerca e inspeccionar el contenido sin posibilidad alguna de error. También tuvo buen cuidado de mostrarles los seis testigos que estuvieron con él en Cesarea, y que había traído consigo a Jerusalén (versículo 12). Como una prueba más de que era Dios el que lo había guiado, añadió que el ángel le había dicho a Cornelio que él le hablaría palabras, gracias a las cuales Cornelio y toda su casa serían salvos. Después, sin repetir el sermón que pronunció en Cesarea, Pedro les dijo que cuando comenzó a hablar el Espíritu Santo cayó sobre ellos "también, como sobre nosotros". Es decir, con tanta realidad y tan evidentemente como sobre los ciento veinte y los tres mil en el día de Pentecostés, "al principio". Algunos escritores tratan de evitar la mención al día de Pentecostés aquí. Sin embargo, esto sólo puede significar que aquel suceso fue como el de Pentecostés (Hechos 2:4), puesto que no hubo descenso ni derramamiento del Espíritu en cumplimiento de la profecía de Joel, hasta entonces. A continuación, Pedro añadió algo que le había pasado por la mente. Había recordado lo dicho por el Señor (Jesús), que aparece en Hechos 1:5: Juan bautizaría en agua, pero ellos serían bautizados en el Espíritu Santo. O sea, que veía claramente que este derramamiento era también un bautismo en el Espíritu. Después, Pedro siguió diciendo que Dios les había dado a aquellos gentiles el mismo don que les había dado a los creyentes judíos. "El mismo" es traducción de una expresión griega que significa "igual" o "idéntico". Esto es significativo, porque la evidencia que los convenció no era el viento recio ni el fuego (los cuales en realidad sólo precedieron al derramamiento del Espíritu en Pentecostés, pero no fueron parte de él). Necesitaban una evidencia convincente, y la que les fue dada, fue el hecho de que habían hablado en otras lenguas y magnificado a Dios (dado gloria a Dios). Los gentiles no tenían que preguntar si era cierto que habían recibido este poderoso derramamiento. Lo sabían. Pedro y sus seis testigos no decían "yo creo", ni "supongo que", ni siquiera "confío en que" o "me parece", al hablar sobre el bautismo en el Espíritu de aquellos gentiles. Ellos también sabían que era cierto. También hoy, en medio de todas las dudas y las discusiones sobre el Espíritu Santo que se han suscitado, necesitamos la misma experiencia convincente. Nosotros también podemos saber que hemos recibido la experiencia idéntica que se describe en Hechos 2:4. Puesto que Dios les había dado a los gentiles el don del Espíritu, si Pedro se hubiera negado a aceptarlos, hubiera estado estorbando a Dios, y ¿quién era él — quién es cualquier ser humano— para hacer eso? Los creyentes judíos de Jerusalén no podían estorbar a Dios tampoco. Los datos ciertos que se les presentaron, sirvieron para silenciar todas sus objeciones anteriores; tenían la sensibilidad suficiente para con el Espíritu y la Palabra, como para glorificar a Dios y reconocer que también a los gentiles les había dado arrepentimiento para vida. Más específicamente. Dios había aceptado su arrepentimiento y les había dado vida espiritual sin que estuvieran circuncidados; el bautismo en el Espíritu Santo daba testimonio de ello. Los gentiles creen en Antioquía (11:19-21) "Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor". Aunque los apóstoles y los creyentes de Jerusalén aceptaran el hecho de que los gentiles de Cesarea fueran salvos y hubieran entrado a formar parte de la Iglesia, esto no los entusiasmaba demasiado. No tenían apuro ninguno por salir a ganar más gentiles para el Señor. De hecho, hasta el mismo Pedro siguió considerando que su ministerio iba dirigido en primer lugar a los judíos (Galatas 2:7-9). Así es como Lucas nos hace volver la atención a un nuevo centro de dispersión del Evangelio, Antioquía de Siria, situada junto al río Orontes, a más de 480 kilómetros de Jerusalén en dirección norte. Era un gran centro comercial, la ciudad más grande de Asia Menor, y la capital de la provincia romana de Siria. Fundada alrededor del año 300 a.C. por Seleuco I Nicator, su importancia había sido reconocida por los romanos, quienes la habían declarado ciudad libre en el 64 a.C. El versículo 19 sirve de unión con Hechos 8:1, 4. (Vea también el 9:31.) Hasta este momento, los ejemplos de lo que estaba sucediendo eran tomados de Judea y Samaria. Ahora vemos que la ola de evangelismo itinerante no se detuvo allí. No obstante, como de costumbre, Lucas no trata de narrarlo todo. En cambio, siguiendo la inspiración del Espíritu Santo, selecciona una de las direcciones que tomó este evangelismo y la presenta como ejemplo de lo que sucedió en muchas otras direcciones. Hubo una razón especial para escoger el rumbo de Antioquía, sin embargo, y es que forma un eslabón con el apóstol Pablo y prepara para el relato de sus viajes, que comprende la parte mayor del resto del libro de los Hechos. A pesar de todo, aun fuera de Palestina, aquellos que esparcían el Evangelio les predicaban la Palabra sólo a los judíos. Es posible que esto no se debiera del todo a los prejuicios. Los judíos tenían las Escrituras del Antiguo Testamento y conocían las profecías. (Vea Romanos 3:2.) Estos evangelistas fundamentaban su mensaje en el hecho de que Dios había cumplido la profecía en Jesús. La mayoría de los gentiles no tenían conocimientos para comprender esto. Pero estos evangelistas estaban pasando por alto el hecho de que muchos gentiles habían perdido su confianza en los ídolos y andaban buscando algo mejor. Los evangelistas viajaron costa arriba por Asia Menor hasta Fenicia, donde se establecieron iglesias en Tiro y Sidón (Hechos 21:3, 4; 27:3). Desde allí, algunos fueron a la isla de Chipre; otros siguieron rumbo norte hasta Antioquía. Algunos de éstos eran hombres de Chipre y de Cirene, y es posible que se hallaran entre los tres mil que fueron salvos y llenos del Espíritu en el día de Pentecostés. Estos comenzaron (sin duda alguna dirigidos y urgidos por el Espíritu Santo) en Antioquía a hablarles a los griegos (gentiles de habla griega), anunciándoles el evangelio (las buenas nuevas) del Señor Jesús. La mano del Señor estaba con ellos. Esta expresión es usada con frecuencia en la Biblia para dar a entender el poder del Señor, o incluso el Espíritu del Señor (como en Ezequiel 1:3; 3:14, 22, 24; 8:1; 11:1). Ciertamente, el poder del Señor que obra milagros se manifestaba, confirmando la Palabra como había sucedido en Samaria (Hechos 8:5-8); un gran número de ellos creyeron y se volvieron al Señor. Se convirtieron, lo que significa que se alejaron de sus costumbres paganas y caminos mundanos para seguir a Jesús. Podemos estar seguros también de que todos ellos fueron bautizados en el Espíritu Santo, como lo había sido la casa de Cornelio. Tal como había dicho Pedro, Dios no hace acepción de personas. Bernabé es enviado a Antioquía (11:22-26) "Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía". Cuando la noticia de la conversión de aquellos gentiles de Antioquía llegó hasta la Iglesia de Jerusalén, los hermanos reconocieron que esta gran difusión del Evangelio entre gentiles era un nuevo giro muy importante que estaban tomando los acontecimientos. Antioquía misma era un lugar importante, ya que era la tercera ciudad en importancia de todo el Imperio Romano, superada sólo por Roma y Alejandría. Por esto, enviaron a Bernabé para que viajara hasta aquella ciudad. La selección de Bernabé es importante. Nos muestra que toda la Iglesia de Jerusalén (y no sólo los apóstoles) estaba interesada en esta nueva asamblea de Antioquía, y enviaba su hombre más capacitado para dar ánimo con el fin de ayudarlos. Que fuera enviado "hasta" Antioquía implica también que iba a predicar el Evangelio y darles ánimo a otros durante todo el camino. Algunos escritores han supuesto que haber enviado a Bernabé significa que la Iglesia de Jerusalén quería mantener el control sobre este nuevo desarrollo de la obra. Sin embargo, no hay evidencias de esto. Simplemente, se trataba de amor e interés fraternal. El mismo Espíritu lleno de amor que había enviado a Pedro y Juan a Samaria para ayudar allí, movía ahora a la Iglesia también. Bernabé no tenía que regresar a Jerusalén con un informe, ni tampoco tenía que pedirles consejo sobre los pasos siguientes que necesitara tomar en su ministerio. En Antioquía, al ver la gracia manifiesta (el favor inmerecido) de Dios, se regocijó. Aceptó a aquellos gentiles, como Pedro había aceptado a los creyentes de la casa de Cornelio. Entonces, le hizo honor a su nombre, exhortándolos (animándolos) a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor (o continuasen con El). Bernabé sabía que tendrían delante dificultades, persecuciones y tentaciones; necesitarían de constancia para caminar junto al Señor. Puesto que Bernabé era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, una gran multitud fue agregada al Señor. No fueron simplemente su predicación y su enseñanza, sino también su vida demostró ser un testimonio de suma eficacia. Este crecimiento numérico le hizo ver a Bernabé que necesitaba ayuda. Sin embargo, no envió a pedir a nadie de Jerusalén. Dirigido por el Espíritu — podemos estar seguros — fue a Tarso en busca de Saulo. Puesto que él había sido el que se había tomado el tiempo y hecho el esfuerzo para averiguar detalles sobre Saulo y presentárselo a los apóstoles en Jerusalén anteriormente (Hechos 9:27), era obvio que sabía lo que Dios había dicho sobre enviar a Pablo a los gentiles (Hechos 22:21). Había llegado el momento señalado por Dios para que comenzara su ministerio. Es posible que la búsqueda de Saulo le tomara algún tiempo. Cuando Bernabé lo encontró, lo trajo consigo a Antioquía. Entonces los dos se convirtieron en los principales maestros de la iglesia local; reunían a los creyentes y enseñaban ante una numerosa multitud. En Antioquía fue donde los discípulos recibieron por primera vez el nombre (y fueron llamados públicamente por los demás ciudadanos de Antioquía) de cristianos. Hasta el momento, prácticamente todos los creyentes eran judíos. Los gentiles, e incluso los judíos, los consideraban simplemente como otra secta judía más. En realidad, apenas se diferenciaban más de los fariseos, que éstos de los saduceos. Pero ahora lo que existía era una asamblea de creyentes formada en gran parte por gentiles incircuncisos. Era obvio que a estos gentiles no se les podía dar un nombre judío, ni se les podía seguir considerando una secta judía. Necesitaban un nombre nuevo. Los soldados que se hallaban bajo las órdenes de determinados generales en el ejército romano, tomaban con frecuencia el nombre de su general y le añadían el sufijo "iano" (en latín, ianus; en griego, ianos), para indicar que eran soldados y seguidores de aquel general. Por ejemplo, los soldados de César eran llamados cesarianos, y los de Pompeyo, pompeyanos. También se nombraba a los partidos políticos con el mismo tipo de sufijo. Así fue como el pueblo de Antioquía comenzó a llamarles Christiani a los creyentes, que era tanto como llamarlos soldados, seguidores o partidarios de Cristo. Hay quienes piensan que primero se les daba este nombre en forma despectiva, pero no hay grandes evidencias a favor de esta opinión. Los creyentes no rechazaron el nombre. Era cierto que se hallaban en el ejército del Señor, y revestidos con toda la armadura de Dios. (Vea Efesios 6:11-18.) Sin embargo, se debe tener en cuenta que el término "cristiano" sólo se vuelve a usar en el Nuevo Testamento en Hechos 26:28 y en 1 Pedro 4:16. La mayor parte del tiempo, los creyentes se siguieron considerando los discípulos, los hermanos, los santos, los del Camino, o los siervos (esclavos) de Jesús. Agabo profetiza una gran hambre (11:27-30) "En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo". Las diversas asambleas de creyentes siguieron en contacto unas con otras. Después de Bernabé, hubo otros que llegaron desde Jerusalén para animar a los creyentes de Antioquía. De hecho, cuando estaba terminando el primer año de Saulo en Antioquía, llegaron varios profetas de Jerusalén. Estos eran hombres usados de forma constante en el ministerio del don de profecía para edificación (para construir espiritualmente y confirmar en la fe), exhortación (para despertar, dar valor y alentar a cada creyente a ir más allá en su fidelidad y su amor), y consolación (para alegrar, reavivar y alentar la esperanza y la expectación). Por tanto, su ministerio tenía que ver con las necesidades de los creyentes a los que ministraban. Algunas veces, reforzaban sus exhortaciones con una predicción sobre el futuro. Esto era más la excepción que la regla, no obstante. La profecía en la Biblia siempre en primer lugar "habla en nombre de Dios" (habla lo que El quiere, sea cual sea su mensaje), más que predecir el futuro. Pero en esta ocasión, Agabo, uno de aquellos profetas, se puso de pie e indicó por una palabra procedente del Espíritu (una manifestación del don de profecía dado directamente por el Espíritu en su propio idioma) que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada. Para ellos, esto equivalía al Imperio Romano. Aquella hambre sucedió en tiempos de Claudio César (41-54 d.C.). Como los discípulos de Antioquía sentían gratitud por las bendiciones y la enseñanza que les habían llegado de Judea, decidieron que cada uno de ellos contribuiría de acuerdo con su capacidad (según era prosperado), y enviaron su socorro. Esto lo hicieron, enviándolo no a los apóstoles, sino a los ancianos de Jerusalén, por medio de Bernabé y Saulo. Probablemente fuera alrededor del año 46 d.C., cuando la Judea era azotada de forma especialmente dura por el hambre.
Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 12 La conversión de Cornelio y la difusión del Evangelio entre los gentiles de Antioquía le dio una nueva dirección a la Iglesia. Como hemos visto en el capítulo 11, los judíos creyentes de Jerusalén le presentaron su apoyo y le infundieron alientos a este nuevo desarrollo de la obra. Aunque ellos siguieran teniendo cuidado en observar las leyes y las costumbres de los judíos, los gobernantes y dirigentes deben haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo fuera de Jerusalén. Durante algún tiempo no había existido persecución alguna para los creyentes en Jerusalén. En realidad, la persecución nunca fue constante en los tiempos de la Iglesia primitiva, ni bajo los romanos más tarde. Pero los dirigentes judíos de Jerusalén siempre consideraron a la Iglesia como una amenaza. También conocían muy bien el ministerio de los apóstoles, y veían cómo muchos miles los seguían y se convertían al Señor. Herodes mata a Jacobo (Santiago) (12:1, 2) En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Desde el año 6 d.C. hasta el 41, Judea fue gobernada por procuradores enviados por el emperador romano. Estos hombres nunca fueron populares. Pilato especialmente, había levantado la cólera de los líderes judíos de muchas maneras. Hasta había tomado dinero del tesoro del Templo para construir un acueducto para Jerusalén. En el año 41 d.C., el emperador unió la Judea al territorio del rey Herodes Agripa I, quien es el rey Herodes de este capítulo. Este Herodes era un nieto del idumeo (edomita) Herodes el Grande y de su esposa Mariamne, princesa judía de la familia asmonea (macabea). Por ser Herodes Agripa I amigo de los emperadores romanos. Gayo lo hizo rey de parte de Siria en el año 37 d.C. Después, en el año 39 d.C., le dio también Galilea y Perea, después de enviar al exilio a Herodes Antipas, el Herodes que había matado a Juan el Bautista. (Herodes Antipas era tío de Herodes Agripa I.) Cuando Herodes Agripa I se convirtió en rey de Judea y Jerusalén, hizo todo lo que estuvo en su mano para ganarse y asegurarse el favor de los judíos. A diferencia de la mayoría de los Herodes, practicaba fielmente las formalidades de la religión judía. Es evidente que él también había visto y oído lo suficiente de parte de los dirigentes judíos para conocer sus temores y frustraciones con respecto a los apóstoles y a la Iglesia. Sin duda, oiría cómo el Sanedrín había amenazado a los apóstoles, y cómo ellos habían seguido predicando a Jesús. Fue entonces, en algún momento de los primeros tiempos de su reinado, cuando decidió tomar las medidas necesarias para demostrar que era rey y que podía hacer más que limitarse a amenazar. Así fue como echó mano (arrestó) a algunos de la Iglesia con la intención de maltratarlos. Entre ellos se hallaba el apóstol Jacobo, o Santiago, hermano de Juan e hijo de Zebedeo. Los dos hermanos y Pedro habían constituido el círculo íntimo de Jesús entre sus discípulos mientras El ministraba en la tierra. Lucas no nos da detalles, pero no parece que se haya hecho juicio alguno. A Jacobo no se le dio oportunidad ni de dar testimonio de su fe. Herodes simplemente lo hizo matar (asesinar) con una espada. Herodes arresta a Pedro (12:3-6) Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura. Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua. Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. El asesinato de Jacobo agradó (complació, fue bien aceptado) a los dirigentes judíos y a sus amigos. Nunca habían olvidado la forma en que los apóstoles los habían desafiado. Además, puesto que la mayoría de estos dirigentes eran saduceos, no les gustaban las enseñanzas de los cristianos. Querían que se les frenara. Cuando Herodes vio lo complacidos que estaban, procedió a arrestar a Pedro, que era el más lanzado de todos los apóstoles. Pero este arresto tuvo lugar durante los siete días de la fiesta del pan sin levadura. Estos días iban unidos a la fiesta de la Pascua en aquellos tiempos, y los ocho días recibían el nombre de Pascua (comenzaban con el 14 de Misan, que en nuestro calendario varía entre marzo y abril). Nuestra versión traduce correctamente "los días de los panes sin levadura", mientras que otras, como la versión King James (del rey Jaime) inglesa traducen la palabra pascha, versión aramea del hebreo pesakh, como "pascua". Sin embargo, lo que se quiere significar es la combinación de la pascua y de los panes ázimos o sin levadura. No se nos dice por qué Herodes decidió esperar hasta que pasaran los días de pascua para presentar a Pedro ante el pueblo. Los líderes judíos no dudaron en hacer matar a Jesús durante aquellas mismas fiestas. Posiblemente Herodes quisiera demostrarles lo estrictamente que guardaba la pascua. También es posible que haya querido esperar hasta que la mayoría de la multitud regresara a sus hogares, por temor a que hubiera algún motín que no fuera capaz de controlar. Otros sugieren que quería tener toda la atención del pueblo para la exhibición que quería hacer. Cualquiera que fuera la razón. Herodes puso en prisión a Pedro bajo fuerte vigilancia, entregándolo a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno. Mientras tanto, la Iglesia oraba continua y ardientemente a Dios a favor de Pedro. Podemos estar seguros de que oraba para que tuviera fortaleza y pudiera dar testimonio, además de orar por su liberación. La noche anterior al día en que Herodes pensaba sacarlo para hacerle juicio, sentenciarlo y ejecutarlo, Pedro se hallaba profundamente dormido. Debe haber puesto su situación en manos del Señor; aun cuando esperaba tener que enfrentarse a la ejecución al día siguiente, pudo dormir pacíficamente. Tenía a Cristo consigo. Morir hubiera significado solamente estar más cerca de El aún. (Compare con Filipenses 1:21.) Los primeros creyentes estaban tan llenos del Señor, que no temían a la muerte. Ciertamente, la situación de Pedro parecía sin esperanza en lo natural. Dos cadenas lo ataban a los dos soldados que dormían uno a cada lado de él; frente a la puerta había guardas que vigilaban la prisión. Seguramente Herodes habría conocido la forma en que los apóstoles habían escapado de la prisión anteriormente, y por eso no quería correr riesgos. Un ángel rescata a Pedro (12:7-19) "Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacia el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba. Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos. Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar. Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro. Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí". De pronto, se presentó un ángel del Señor ante Pedro. Una luz resplandeció en la prisión; posiblemente surgiera de la persona del ángel, o quizá fuera una manifestación distinta, para que Pedro pudiera ver lo que tenía que hacer. Entonces el ángel lo tocó fuertemente en un costado, lo despertó y le dijo que se levantara pronto. (El verbo griego no significa que el ángel lo haya levantado, sino simplemente que lo despertó.) Al mismo tiempo, las cadenas cayeron de sus muñecas. Después de obedecer la orden del ángel de ceñirse la túnica con el cinturón, ponerse las sandalias y envolverse en su manto, lo siguió y salieron. Sin embargo, durante todo este tiempo, él no sabía realmente que era cierto lo que estaba sucediendo. Pensaba que estaba viendo un sueño o una visión. Tampoco los guardas estaban conscientes de lo que estaba sucediendo, ni veían al ángel. Después de pasar por dos puertas con sus guardas (lo cual es señal de que Pedro estaba en la prisión más interior), la gran puerta de hierro que daba a la ciudad (a la calle) se abrió sola. Entonces, después de que el ángel lo guiara por una de las estrechas calles (probablemente a todo lo largo de una de ellas), se apartó de él súbitamente (y desapareció). Hasta que el ángel no se hubo ido y Pedro se encontró solo en la calle, no recuperó la conciencia, ni se dio cuenta de que el Señor había enviado realmente a su ángel para rescatarlo del poder de Herodes y de lo que el pueblo judío estaba esperando. Esto es, de la esperanza de que Herodes le hiciera lo que ya le había hecho al apóstol Jacobo. Después de darse cuenta de todo esto, Pedro se dirigió a la casa de María, la madre de Juan Marcos. (Marcos era un nombre latino añadido.) Allí, había un considerable número de creyentes reunidos en oración. Notemos que después de varios días, todavía seguían orando día y noche por Pedro. La oración fiel era una de las señales de la Iglesia primitiva. La casa de la madre de Marcos era grande y tenía un pasillo que iba desde la calle hasta el interior de la casa, donde se hallaban reunidos los creyentes. El hecho de que una joven esclava. Rodé (en griego, "rosal"), saliera a la puerta cuando Pedro llamó, nos muestra que también era una casa rica. Es evidente que servía de ordinario como lugar de reunión para un gran grupo de creyentes. Pedro sabía que encontraría gente allí. Sin duda sentía que tenía una relación especial con este grupo, porque Marcos se había convertido bajo su ministerio, y había recibido de él un entrenamiento especial. (Vea 1 Pedro 5:13, donde Pedro llama a Marcos "mi hijo", en el sentido de "mi estudiante".) Cuando Pedro tocó a la pesada puerta de entrada del patio (esto es, la entrada al pasillo que conducía al patio interior de la casa). Rodé contestó. El sonido de la familiar voz de Pedro la llenó de un regocijo tal, que en su emoción no abrió la puerta. En cambio, corrió adentro y les anunció la presencia de Pedro a los creyentes que estaban reunidos. Ellos le dijeron que estaba loca, absolutamente enajenada. Pero ella siguió afirmando categóricamente que así era. Algunos judíos tenían la tradición de que un ángel guardián podía tomar la forma de una persona. No hay fundamento bíblico alguno en absoluto para una enseñanza así, pero Lucas relata lo que dijeron en ese momento, para demostrar que pensaban que Pedro ya estaba muerto. Aunque oraban día y noche por su libertad, no podían creer que se había producido realmente. Habían pasado varios años desde la ocasión anterior en que los apóstoles habían sido liberados de la prisión. Pero no era sólo el tiempo transcurrido lo que había embotado su fe. La sacudida de la muerte de Jacobo les hacía preguntarse si quizá el Señor no permitiría que Pedro fuera asesinado también. Jesús le había indicado a Pedro que tendría muerte de mártir cuando fuera anciano (Juan 21:18, 19). Sin embargo. Jesús no dijo qué edad tendría, y Pedro era mayor que los demás apóstoles en edad. En realidad, la Biblia no da explicación de por qué Dios dejó que mataran a Jacobo en este momento, y sin embargo rescató a Pedro. Podemos estar seguros de que en su divina sabiduría. El sabía que el trabajo de Jacobo estaba terminado, y Pedro todavía hacía falta sobre la tierra. ¡Dios hace bien todas las cosas! Mientras seguía toda esta discusión en el grupo de oración, Pedro seguía de pie afuera, llamando a la puerta. Probablemente no llamara muy alto, para no despertar al vecindario, no fuera a ser que alguien diera la alarma. Pero finalmente abrieron la puerta, y al verlo se quedaron todos atónitos y asombrados. Según se ve, comenzaron a gritar de emoción. Pero Pedro les hizo señal con la mano de que guardaran silencio y les relató cómo el Señor lo había sacado de la prisión. Después les dijo que informaran de todo aquello a Jacobo (el hermano de Jesús) y a los hermanos; esto es, a los principales creyentes asociados a Jacobo, posiblemente ancianos de grupos que se reunían en otras casas. No hay duda de que se estaban llevando a cabo otras reuniones de oración bajo la dirección de Jacobo y de los demás ancianos de la Iglesia. Jacobo les daría a los demás la noticia de la liberación de Pedro. Entonces Pedro, sabiendo que al amanecer los hombres de Herodes comenzarían a buscarlo, se fue a otro lugar (fuera de Jerusalén). No le dijo a nadie a dónde iba, para que pudieran decir con honradez que no sabían dónde se hallaba. De este relato deducimos también que el lugar de liderazgo dado a Jacobo era cada vez más importante. Quizá se debiera en parte al hecho de que fuera hermano de Jesús. Pero Jesús tenía otros hermanos; no hay evidencia de que ninguno de ellos llamara la atención sobre su parentesco con Jesús, o de que trataran de sacarle partido en forma alguna. Tanto Jacobo como Judas en sus epístolas se refieren a sí mismos dándose simplemente el título de siervos (esclavos) del Señor Jesús. Jacobo siguió siendo uno de los principales ancianos de la Iglesia en Jerusalén, hasta que fue apedreado a muerte en el año 61 d.C., poco después de la muerte de Festo. Esto estremeció a la mayoría de los judíos en Jerusalén, porque aun los que no habían aceptado a Cristo tenían a Jacobo en gran honor, y agradecían su mucha oración por el pueblo. Sí da la impresión de que, después de aparecérsele Jesús a Jacobo (1 Corintios 15:7), éste ganó a sus demás hermanos para el Señor, y entonces todos ellos recibieron enseñanza de los apóstoles. Desde aquel momento, se entregaron a la oración y a servir a los demás. Especialmente Jacobo parece haber crecido espiritualmente a pasos agigantados. Una tradición posterior afirma que tenía callosidades como las de los camellos en sus rodillas, y que hizo hoyos en un piso de piedra arrodillándose continuamente en el mismo lugar. Todos están de acuerdo en que la oración y los dones del Espíritu hicieron de él un líder espiritual. Al amanecer, no fue poco el alboroto que hubo entre los soldados, mientras trataban de averiguar qué había sido de Pedro. Aunque Herodes hizo que se le buscara cuidadosamente, no se le halló por ninguna parte. Entonces Herodes llamó a los guardas para un interrogatorio previo, pero no les hizo un juicio formal. En cambio, hizo que se los llevaran y los ejecutaran sumariamente. (La ley romana castigaba a un guarda con el mismo castigo que el prisionero escapado hubiera recibido.) Después de aquello, probablemente enojado, molesto y desanimado, Herodes salió de Judea (esto es, de Jerusalén) y se fue a la otra capital de la provincia, que estaba en la costa del mar (Cesarea), donde se quedó. Sentía que había sido deshonrado en Jerusalén, y nunca regresó a la ciudad. La muerte de Herodes (12:20-24) "Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey. Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba". En aquellos momentos, y probablemente por algún tiempo ya, Herodes estaba sumamente furioso con Tiro y Sidón, prácticamente a punto de hacer estallar la guerra, aunque no se hubiera permitido que esto sucediera entre dos provincias o dependencias romanas. Para tratar de tranquilizarlo, los dirigentes de Tiro y Sidón se reunieron, se pusieron de acuerdo y fueron ante Herodes. Pero primero, hicieron amistad con Blasto, el camarero mayor del rey, quien era uno de los consejeros y confidentes de Herodes. Usando su influencia, pidieron paz para ellos. Tenían una buena razón: Tiro y Sidón se hallan en una estrecha faja de tierra entre las montañas y el mar, y tenían muy poca zona cultivable; debido a esto, dependían de Palestina en cuanto a sus alimentos. (Vea 1 Reyes 5:11; Esdras 3:7; Ezequiel 27:17.) También se indica que Bernabé y Saulo se hallaban en Jerusalén en aquellos momentos, con la colecta que habían traído para aliviar el hambre. Es posible que esta hambre hubiera estado afectando a Tiro y a Sidón también, de manera que han de haber estado desesperados por compartir los alimentos producidos en Palestina. Herodes respondió positivamente, y los líderes, sin duda acompañados por numerosas personas de Tiro y de Sidón, se reunieron en Cesarea en un día señalado. El anfiteatro abierto de estilo griego, situado junto al mar Mediterráneo en las ruinas de la antigua Cesarea, es aún una maravilla de buena acústica. Es probable que la multitud se reuniera allí. Entonces apareció Herodes en el escenario con sus ropas reales. Según el historiador judío Josefo, el ropaje exterior era de plata (adornado con plata, o tejido con verdaderos hilos de plata). Josefo añade también que los rayos del sol se reflejaban en el manto de plata de Herodes. Después de sentarse en un trono elevado, Herodes comenzó una arenga (un discurso) a la multitud de Tiro y Sidón reunida. Aquellas personas hablaban griego y habían adoptado la cultura y la idolatría de los griegos. En respuesta al discurso de Herodes, comenzaron a gritar: "¡Voz de Dios (de un dios), y no de hombre!" Herodes no se opuso a esto, ni le dio al verdadero Dios gloria alguna. Inmediatamente, un ángel del Señor lo hirió. Fue comido por gusanos y murió (expiró). Josefo añade que Herodes estuvo cinco días con dolores de agonía en el abdomen. Esto está de acuerdo con el texto, que sólo dice que fue herido de inmediato, y no que muriera en aquel mismo lugar. Esto sucedió en el año 44 d.C. Después de aquello, los emperadores romanos volvieron a nombrar procuradores para gobernar la Judea. Nada de esto fue obstáculo para el continuo crecimiento de la Iglesia o para la difusión del Evangelio en Palestina. A pesar de la muerte de Jacobo, el arresto de Pedro, la actitud de Herodes y su muerte, "la palabra del Señor crecía y se multiplicaba". Bernabé y Saulo regresan a Antioquía (12:25) "Y Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos". Parece posible que Bernabé y Saulo estuvieran en Jerusalén al menos durante las fiestas de Pascua, cuando estos sucesos tuvieron lugar. Otros, puesto que Josefo señala que el hambre tuvo lugar en el año 46 d.C., dos años después de la muerte de Herodes, sugieren que la visita de Pablo y Bernabé no fue hasta esa fecha. Aunque la fecha no sea cierta, se ve claramente que Saulo y Bernabé cumplieron con su ministerio y les entregaron la ayuda a los ancianos de Jerusalén. Después, regresaron a Antioquía, llevando consigo a Juan Marcos para que los ayudara en el ministerio de la Iglesia en Antioquía. Colosenses 4:10 nos dice que Marcos era "sobrino" (literalmente, primo) de Bernabé. La mención de Marcos y del regreso a Antioquía les sirve de introducción a los sucesos del capítulo 13.
Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 13 Este capítulo nos lleva a otro paso importante en el progreso del Evangelio. Hasta este momento, era llevado a nuevos lugares por aquellos que se dispersaban. Pero no había nadie que se entregara específicamente a la labor de ir a nuevos lugares para comenzar y organizar asambleas nuevas. El envío de Bernabé y Saulo (13:1-3) "Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron". Al llegar este momento. Dios había suscitado en la creciente iglesia de Antioquía otros además de Bernabé y Saulo, para que ayudaran en el ministerio. Aquí se les llama profetas y maestros. Como profetas, eran usados por el Espíritu para dar edificación, exhortación y consolación o ánimo. Como maestros, recibieron dones del Espíritu Santo que les permitirían enseñar con eficacia la Palabra de Dios. Entre ellos estaba Simón o Simeón, llamado Niger. Este nombre era común en hebreo; Niger significa negro. Algunos escritores creen que era hijo de un judío casado con una mujer de color. Otros especulan que puede haber sido Simón el Cireneo, el que llevó la cruz (Marcos 15:21; Lucas 23:26). Aquí no se dice que fuera de Cierne, pero ya que los primeros testigos de Antioquía contaban entre ellos con hombres de Cierne, resulta posible. De Lucio, el siguiente profeta o maestro, sí se dice categóricamente que era de Cierne (en el norte de África, al oeste de Egipto). Posiblemente fuera uno de aquellos que llegaron primero con el Evangelio a Antioquía (Hechos 11:20). Menean (una forma griega de Méname, "consolador"), el otro profeta o maestro, se había criado junto con Herodes el Tetrarca (Herodes Antipaz, el que mató a Juan el Bautista). Literalmente, se le llama "hermano de leche o de crianza", y tenía aproximadamente la misma edad que Herodes. Creció en palacio, y algunos creen que también se convirtió en cortesano o funcionario de este Herodes. Debe haber recibido la influencia de Juan el Bautista. Posteriormente había sido salvo. También es posible que estuviera entre los que se hallaban presentes en el día de Pentecostés, cuando se derramó el Espíritu por primera vez. Estos, junto con la congregación, estaban ministrando al Señor en un culto público (como lo indica el texto griego). También estaban ayunando. El ayuno no había sido muy enfatizado por Jesús. Mientras estuviera Él con sus discípulos, eran como amigos o ayudantes del novio en una fiesta, y no se podía esperar de ellos que ayunaran (Lucas 5:34). Sin embargo, hay muchos pasajes que muestran que el ayuno tiene su lugar. Es evidente que los dirigentes, y probablemente toda la congregación con ellos, habían dejado de lado todas las demás cosas por un tiempo para adorar, orar y alabar. Durante el culto, el Espíritu Santo habló y les ordenó (a toda la iglesia) que le apartaran (separaran para él) a Bernabé y a Saulo para la obra a la que (ya) los había llamado. El griego es imperativo aquí, e incluye una partícula que expresa una exigencia u orden fuerte. No se nos dice la forma exacta en que el Espíritu Santo dio aquel mensaje. Quizá fuera con lenguas e interpretación. Parece más probable que fuera un mensaje dado en profecía para la Iglesia, probablemente un mensaje dado por uno de los otros tres profetas y maestros nombrados en el versículo primero. Sin embargo, esto no constituye base alguna para la llamada "profecía directiva". No tenía el propósito de darles órdenes a Bernabé y a Saulo. El tiempo perfecto griego que se usa aquí, significa que hay una acción del pasado que tiene resultados en el presente. Esto nos muestra que ya el Espíritu Santo había tratado personalmente con ambos, tanto Bernabé como Saulo. Pero ellos no estaban sirviendo sólo al Señor, sino también a la Iglesia. Tenían responsabilidades concretas en el ministerio a la Iglesia que estaba en Antioquía. Por esto era necesario que la Iglesia estuviera dispuesta a dejarlos ir. Por lo tanto, el mensaje del Espíritu iba dirigido a toda la asamblea, y no a ningún individuo. Todos siguieron ayunando y orando después de esto. Más tarde (1 Corintios 14:29), Pablo diría que las profecías deben ser juzgadas por otros miembros del Cuerpo. Siempre es sabio no apresurarnos hasta saber con claridad que el mensaje viene del Señor. La asamblea también debe haber orado por la bendición de Dios sobre este nuevo ministerio. Después, los despidieron (literalmente, los liberaron; esto es, de sus obligaciones en Antioquía, de manera que tuvieron permiso de ellos para partir). Se ve con claridad que toda la iglesia estuvo comprometida en esto y que estuvo de acuerdo con sus dirigentes. La evangelización de Chipre (13:4-13) "Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de ayudante. Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios". Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando ' apartar de la fe al procónsul. Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos, dijo: ¡0h, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor. Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén. El versículo 4 hace notar que Bernabé y Saulo habían sido enviados por el Espíritu Santo. La Iglesia les dio su bendición y los dejó ir. De esta forma, tanto el Espíritu Santo como la Iglesia estaban interesados en su ida. Esto es un buen ejemplo para nosotros, y debería ser el modelo normal para el envío de misioneros. Su primer viaje misionero los llevó a la isla de Chipre, situada a unos 160 kilómetros en dirección sudoeste, después a las ciudades de tierra firme situadas en la parte sur de la provincia romana de la Galacia, y por último, de vuelta a Antioquía, donde rindieron informe ante la iglesia madre (Hechos 14:26, 27). Comenzaron su viaje, llevando a Juan (Marcos) como ayudante (sirviente, asistente), descendiendo desde Antioquía hasta Seleucia, que era su puerto sobre el Mediterráneo. Allí tomaron una embarcación para dirigirse a Chipre. La Biblia no dice por qué tomaron este rumbo. Pero, puesto que el Espíritu Santo era el que los enviaba, podemos tener la seguridad de que seguía dirigiéndolos. También podemos ver sabiduría en el hecho de que el Espíritu Santo los llevara primero a Chipre, donde había crecido Bernabé (Hechos 4:36), y donde él conocía a la gente y las costumbres. En Salamina, situada en el extremo oriental de la isla, se aprovecharon de las oportunidades que les daban a los rabinos visitantes las sinagogas para que predicaran. Saulo tenía siempre la costumbre de dirigirse primero a los judíos, porque ellos tenían las Escrituras, las promesas y el fondo cultural necesario para comprender el Evangelio (Romanos 1:16; 3:2; 9:4, 5). Después de proclamar la palabra de Dios (el Evangelio) allí, atravesaron toda la isla, hasta que llegaron a Pafos, en su extremo occidental. Saulo cambió su método después de salir de Chipre. Después de esto, en lugar de tratar de cubrir todo el territorio, iban a las ciudades clave para establecer iglesias en ellas. Estas asambleas se convertían en centros desde los cuales el Cuerpo local podía difundir el Evangelio por las regiones circundantes. En Pafos, hallaron a un judío llamado Barjesús, quien era mago y falso profeta. Esto quiere decir que proclamaba falsamente que era profeta. Como Simón el mago en Samaria, practicaba su magia para engañar a la gente y adquirir poder sobre ella. Saulo y Bernabé encontraron a este hombre con el procónsul (el gobernador nombrado por el Senado romano). 4 Este hombre, Sergio Paulo, era prudente (inteligente, sensitivo y educado), y llamó a Bernabé y a Saulo, porque ansiaba oír la Palabra de Dios. Entonces el mago, llamado ahora por una interpretación griega de su nombre, Elimas, se les resistía, y trataba por todos los medios de apartar (torcer, alejar) al procónsul de la fe. Esto quiere decir que Bernabé y Saulo le presentaron la fe, todo el contenido del Evangelio al procónsul, y que él lo estaba aceptando. Entonces Elimas trató de retener su influencia sobre el procónsul, a base de distorsionar y pervertir lo que Bernabé y Saulo estaban enseñándole. Pero Saulo recibió una plenitud nueva y especial del Espíritu Santo (de la misma manera que Pedro, cuando se enfrentó al Sanedrín en Hechos 4:8). En este momento, Lucas señala también que Saulo tenía otro nombre: Pablo, un nombre romano. Esto es significativo, porque en el resto del libro de los Hechos, lo llamará siempre Pablo. También en sus epístolas, él se llama siempre Pablo. Por supuesto, el uso de su nombre romano cuadra bien con su ministerio dirigido primariamente a los gentiles. Con esta nueva plenitud especial del Espíritu, el Señor le dio también a Pablo la dirección del viaje misionero. En el versículo 13, en lugar de "Bernabé y Saulo", leemos "Pablo y sus compañeros". Esto está de acuerdo también con la profecía recibida por Ananías después de la conversión de Pablo. (Vea Hechos 9:15.) Lo que hizo Pablo a continuación no fue idea suya, sino un impulso recibido directamente del Espíritu. Fijando los ojos en Elimas, se dirigió a él llamándole "lleno de todo engaño" (sutileza, doblez, mentira) "y de toda maldad" (perversión, ausencia de escrúpulos, facilidad total para hacer el mal, fraude), "hijo del diablo, enemigo de toda justicia". Después, le hizo una pregunta retórica que en realidad era una afirmación de que Elimas estaba decidido a no cesar de trastornar (torcer, distorsionar) los caminos rectos del Señor (el camino de la salvación, y los planes de Dios para el creyente). Por este motivo, declaró que la mano (el poder) del Señor estaría (por fin) contra él (esto es, en juicio). Sería totalmente ciego por algún tiempo, o sea, hasta que a Dios le pareciera bien dejarle ver de nuevo. (Probablemente la intención de esto fuera darle una oportunidad de arrepentimiento a Elimas.) Inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas, y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. Según se ve, todos se apartaban de él, y pasó un mal rato tratando de encontrar a alguien que quisiera guiarlo. El procónsul, tan pronto como vio lo sucedido, creyó. Pero no se maravilló (asombró, pasmó) tanto por el juicio que había caído sobre Elimas, sino por la doctrina (enseñanza) del Señor; este suceso hizo llegar hasta su interior la verdad sobre Jesús, la cruz y la resurrección, así como el resto del Evangelio que le habían presentado. Como hemos visto. Lucas condensa con frecuencia su narración, y no nos lo dice todo todas las veces. Pero podemos tener la seguridad de que, como creyente, este hombre fue bautizado tanto en agua como en el Espíritu Santo, con la evidencia de hablar en otras lenguas. Desde Pafos, Pablo y sus compañeros zarparon con rumbo a Perge de Panfilia (distrito situado en la costa sur del Asia Menor). Bernabé seguía estando con Pablo, por supuesto. Pero, como "hijo de consolación" que era, pasó sin oposición alguna a un plano secundario, y sostuvo a Pablo como nuevo líder del grupo. Podemos estar seguros de que reconocía que esa era la decisión del Espíritu Santo, y que Pablo era guiado de forma especial por El. En Perge, Juan Marcos se apartó de ellos (desertó) y regresó a Jerusalén. Más tarde (Hechos 15:38) se insinúa que Marcos los había dejado en la estacada, cuando lo necesitaban de verdad. Quizá el trabajo se hiciera más difícil al encontrarse en una región de tierra firme que no les era familiar. Algunos han sugerido que, puesto que Marcos pertenecía a una familia rica donde había sirvientes, decidió irse a su casa, donde la vida le sería más fácil. Otros sugieren que se marchó porque le disgustó que su primo Bernabé ya no fuera el jefe del grupo. Cualquiera que fuera la razón. Pablo lo vio como un fallo casi inexcusable por parte de Marcos. La predicación en Antioquía de Pisidia (13:14-41) "Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron. Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios, oíd: El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto; y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio. Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años. Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. De la descendencia de éste, y conforme a la promesa. Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel. Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies. Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación. Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle. Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase. Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos. Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo. Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción. Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción. Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced; porque yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis, si alguien os la contare". Desde Perge, se dirigieron a Antioquía de Pisidia. Como de costumbre, fueron primero a la sinagoga. Se nombró a algún otro para que leyera las porciones escogidas de la Ley (el Pentateuco) y de (uno de los) profetas. Después, los principales (dirigentes o ancianos) de la sinagoga mandaron alguien a ellos (porque se hallaban sentados al fondo de la sinagoga) y les pidieron cortésmente que dieran una palabra de exhortación (aliento o ánimo). Entonces Pablo se puso de pie, hizo señal de silencio con la mano y les pidió a los israelitas y a los que temían a Dios que lo escucharan. Aquí podemos ver que había gentiles interesados en la audiencia de la sinagoga. Como se mencionara anteriormente, muchos gentiles estaban cansados de la inmoralidad y la idolatría de la religiosidad pagana. Estaban hambrientos de algo mejor y se sentían atraídos por las sinagogas y por la adoración del único Dios verdadero, el cual, a diferencia de sus dioses paganos, es santo. No obstante, muchos de ellos no se convertían en prosélitos plenamente, para lo que tendrían que aceptar la circuncisión, bautizarse ellos mismos y cumplir otros ritos. Algunos rabíes no les daban mucho aliento para que lo hicieran, porque no les prometían la salvación si se hacían judíos. Sólo solían decir que sus hijos serían contados como judíos, y se hallarían bajo las bendiciones del pacto. Pero aun así, estos gentiles llegaban a oír la Palabra y a aprender más acerca del Dios de Israel. El sermón de Pablo en Antioquía de Pisidia aparece muy detalladamente. Lucas lo reproduce aquí como ejemplo del tipo de predicación que hacía Pablo en las sinagogas judías. Sin embargo, no da con tanto detalle otros sermones posteriores. Cuando Pablo comenzó, se dirigió tanto a judíos como a gentiles de la audiencia, y los reconoció a todos como "hermanos", teniendo presentes a ambos grupos a través de todo el sermón. La primera parte del sermón (13:17-25) es una revisión de la historia de Israel, a partir del momento en que Dios escoge a Israel, y su liberación de Egipto, hasta que escoge a David. Todo esto era muy conocido para su audiencia, y les demostraba que Pablo conocía las Escrituras. A diferencia de Esteban, Pablo no insistió en los fallos de Israel. Al contrario; habló de la elección de Dios (para sus propios planes y para su servicio) y la forma en que exaltó a los israelitas mientras permanecían como extranjeros en Egipto. Dios confirmó esta elección sacándolos de Egipto con brazo levantado (con gran poder; vea Éxodo 6:1, 6; Salmo 136:11, 12). Es decir. Dios aumentó su número durante los tiempos de persecución y los protegió de las plagas, Entonces, Pablo sólo mencionó que Dios soportó las malas maneras del pueblo durante cuarenta años en el desierto. Después, resumió rápidamente la conquista de Josué y la época de los Jueces, al igual que el reinado de Saúl. Las siete naciones del versículo 19 son las tribus de cananeos y de otros pueblos que se hallaban en Palestina. (Vea Deuteronomio 7:1.) Los cuatrocientos cincuenta años (número redondo) del versículo 20, hacen referencia no sólo a la época del libro de los Jueces, sino a todo el tiempo que transcurrió desde que entraron a la tierra hasta el principio del reinado de David. Llega el momento culminante de este relato histórico cuando Pablo dice que Dios le dio testimonio a David de que él era un hombre conforme a su corazón, quien haría todo lo que El quisiera. (Vea 1 Samuel 13:14; Salmo 89:20.) La intención y el deseo de cumplir completamente la voluntad de Dios es, por supuesto, lo que hizo de David un varón conforme al corazón divino. Ahora bien, los que escuchaban a Pablo conocían la promesa hecha por Dios a David (2 Samuel 7:12; Salmo 89:29-34). También conocían las profecías de que Dios le levantaría una simiente más grande que todas a David (Isaías 9:6, 7; 11:1-5), así como la profecía de que le daría el trono de David a aquel "cuyo es el derecho" (Ezequiel 21:27). Ahora Pablo declara que Dios había cumplido su promesa y de la descendencia de David le levantó un Salvador a Israel: Jesús (Mateo 1:21). Pablo sigue identificando a Jesús como Aquel del que dijo Juan el Bautista que era el que había de venir. El ministerio de Juan el Bautista era muy conocido entre los judíos de todas partes: también conocían bien que él había negado ser el que habría de venir, el Mesías y Salvador prometido. Por tanto, el testimonio de Juan a favor de Jesús era importante. El que Juan hubiera dicho que no era digno de desatar el calzado (las sandalias) de sus pies, un servicio tan típico de los esclavos, indica cuan por encima de él consideraba Juan a Jesús. La segunda parte del sermón (13:26-37) trata sobre la muerte y la resurrección de Jesús y el testimonio tanto de los apóstoles como de las Escrituras. En el versículo 16, Pablo hace notar que este mensaje de salvación les era enviado personalmente (por medio de los que habían sido enviados por el Señor Jesús), y no sólo a los judíos presentes, sino también a los gentiles que temían a Dios. Entonces Pablo muestra que la muerte de Jesús fue el cumplimiento de la Palabra profética de Dios, y que fue llevada a cabo por los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes. Es importante notar aquí que Pablo no les echó la culpa de la muerte de Jesús a todos los judíos, sino sólo a aquellos de Jerusalén que estuvieron realmente comprometidos. También reconoce que lo hicieron porque no conocían a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leían cada día de reposo (en sus sinagogas). La palabra griega usada aquí, algunas veces significa ignorancia culpable, o ignorancia deliberada de la verdad. Puesto que ellos sí conocían estas profecías, lo que está diciendo aquí es que las ignoraron voluntariamente. Pablo dice también que no hallaron en él causa, motivo digno de muerte, y sin embargo le pidieron a Pilato que matara a Jesús. Pero después de que las profecías de la muerte de Cristo se hubieron cumplido, los habitantes de Jerusalén lo quitaron del madero (la cruz; compare con Deuteronomio 21:23 y Calatas 3:13) y lo pusieron en el sepulcro. (Los que realmente hicieron esto fueron Nicodemo y José de Arimatea: Juan 19:38, 39.) Después, Dios levantó a Jesús de entre los muertos. Sus discípulos, galileos que habían subido con El a Jerusalén, fueron testigos de esto. Estas eran las buenas nuevas que Pablo y Bernabé les traían. La promesa hecha a los padres del Antiguo Testamento se había cumplido ahora para sus hijos, al levantar Dios a Jesús de entre los muertos. Pablo confirmó esto citando el Salmo 2:7, donde "Yo te he engendrado hoy" significa "Estoy declarando hoy que yo te he engendrado, o sea, que soy tu padre". Esto le fue declarado a uno que ya era hijo de rey. Hoy en día la mayoría cree que era una fórmula por la cual un rey hacía declaración pública de que en aquel momento específico estaba levantando a su hijo para que compartiera el trono como rey, en plan de asociado e igual. Siendo así, en el Salmo se refiere a que Dios declara que Jesús es su Hijo. Dios hizo esto primero cuando Jesús comenzó su ministerio y envió su Espíritu sobre El (Lucas 3:22). Después lo hizo de manera menos inequívoca aún cuando levantó a Jesús de entre los muertos. Como dice Romanos 1:3, 4, Jesús, "que era del linaje de David según la carne", "fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad (o, por medio del Espíritu Santo), por la resurrección de los muertos". Puesto que aun aquí. Lucas está resumiendo un sermón que fue predicado en un largo tiempo, es probable que Pablo les explicara estas cosas más completamente a los que lo escuchaban. A continuación, siguió señalando citas de las Escrituras. Mencionó en primer lugar Isaías 55:3, que hace referencia a las misericordias fieles de David, en un pasaje que habla de perdón y de salvación. Entonces, dedujo que estas misericordias incluían el Salmo 16:10, que dice que Dios no permitirá que (dará a) su Santo vea corrupción (destrucción o disolución del cuerpo). Además, David, después de servir a su propia generación en la voluntad de Dios, murió y su cuerpo sí vio corrupción. En contraste con él, aquél a quien Dios levantó (Jesús) no vio corrupción. (Compare con Hechos 2:29. Pablo veía la misma verdad que Pedro, pero la presentó en una forma algo distinta. Se ve claramente que Pablo predicaba el mismo Evangelio que los otros apóstoles. Vea Gálatas 1:8, 9; 2:2, 9; 1 Corintios 15:11.) La parte final de este sermón (13:38-41) es una exhortación: "Por medio de él se os anuncia perdón de pecados." También por medio de Él todos los creyentes son justificados (hechos justos, declarados inocentes, tratados como si nunca hubieran pecado; y por tanto, liberados de la culpa y el castigo de su pecado). Los pecadores son perdonados y liberados hasta de la culpa de todas aquellas cosas para las cuales la Ley de Moisés no podía ofrecer justificación (o no podía considerar a nadie como justo)." Termina el sermón de Pablo con una advertencia en la que utiliza un lenguaje tomado de Habacuc 1:5 (en la versión griega de los Setenta). Quería que los que lo escuchaban estuvieran atentos, no fuera a ser que cayera sobre ellos un juicio mayor aún que el que sufrieron los rebeldes a los que hablaba Habacuc. Se vuelven a los gentiles (13:42-49) "Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas. Despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios. El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia". A medida que iban saliendo de la sinagoga, los que allí estaban pedían que les hablasen de estas cosas en el siguiente día de reposo. Después, un buen número de ellos, compuesto tanto por judíos como por prosélitos (convertidos al judaísmo) piadosos (temerosos de Dios), siguió a Pablo y Bernabé. Ellos les hablaron durante algún tiempo, y los persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios. Esto quiere decir que habían creído en la gracia de Dios que trae salvación y la habían aceptado, y los estaban animando a continuar en ella. Los gentiles temerosos de Dios pasaron la noticia con tanta eficiencia, que al día de reposo siguiente, casi toda la ciudad se reunió para oír la Palabra de Dios (el Evangelio). Al ver la muchedumbre se llenaron de celos los judíos y comenzaron a hablar contra lo que Pablo decía. Hasta blasfemaron (no de Dios, sino de Pablo). Es decir: usaron un lenguaje abusivo contra él. Esto quiere decir que estaban temerosos de perder su influencia sobre aquellos gentiles que habían estado buscando sus enseñanzas. También podría significar que tenían un celo por el judaísmo en el que no había lugar de bendición para los gentiles que no se hicieran judíos primero. La reacción de Pablo y Bernabé fue hablar valiente y libremente, diciendo que era necesario (esto es, necesario para cumplir con el plan de Dios) que la Palabra de Dios les fuera hablada primero a "ustedes, judíos". Pero, ya que los judíos la habían desechado con burla (rechazado) y por tanto, se habían juzgado a ellos mismos indignos de vida eterna (con su conducta), "he aquí" que los dos apóstoles se volvían (en aquel momento) a los gentiles. ("He aquí" señala que esta vuelta hacia los gentiles era algo inesperado y sorprendente para los judíos.) La vuelta hacia los gentiles no era en realidad una idea original de los apóstoles. Era más bien un gesto obediente a la Palabra profética dada en Isaías 49:6; con respecto al Mesías, el siervo de Dios. (Vea también Isaías 42:6; Lucas 2:30-32. Cristo y su Cuerpo, la Iglesia, los creyentes, participan en la obra de llevar la luz del Evangelio al mundo.) Al oír esto, los gentiles se regocijaron y glorificaron la Palabra del Señor. "Y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna." Esto podría sonar como si la Biblia estuviera enseñando una predestinación arbitraria en este momento. No obstante, no se dice que fuera Dios quien los "ordenara". La palabra "ordenados" puede significar aquí "decididos". Esto es, aquellos gentiles aceptaron la verdad de vida eterna por medio de Jesús, y no permitieron que la contradicción de los judíos los apartara de ella. La consecuencia fue que la Palabra del Señor se difundió por toda aquella provincia. La expulsión de Pablo y Bernabé (13:50-52) "Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites. Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo". Los judíos que no habían creído se dedicaron entonces a instigar a mujeres piadosas (devotas, temerosas de Dios) de posición honorable en la sociedad y a los hombres más importantes en el gobierno de la ciudad. Por medio de ellos, los judíos inconversos levantaron una persecución hasta el punto de que Pablo y Bernabé fueron expulsados del distrito. (Vea 1 Tesalonicenses 2:15, 16.) En respuesta, Pablo y Bernabé se limitaron a sacudir el polvo de sus pies como testimonio en contra de ellos (compare con Mateo 10:14; Marcos 6:11; Lucas 9:5; 10:11). Después, siguieron hasta Iconio (ciudad frigia situada en la zona sur de la provincia romana de la Galacia). Sin embargo, los perseguidores no destruyeron la iglesia de Antioquía de Pisidia. Los que la componían eran verdaderos discípulos del Señor y estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. (Compare con Mateo 5:11, 12; Romanos 14:17; 15:13.) Una vez más vemos que los Hechos no nos lo dicen todo siempre. Aunque Lucas no lo menciona aquí, podemos tener la seguridad de que estos creyentes también fueron bautizados en agua y en el Espíritu Santo

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