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00 presentación del libro

INTRODUCCIÓN I. LUGAR DEL LIBRO EN EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO Es casi seguro que el Evangelio según S. Lucas y Los hechos de los Apóstoles constituían dos partes de una sola obra extensa que Lucas redactó para la orientación e información de personas como Teófilo, formadas en el sistema cultural que denominamos el grecorromano, ya que predominaba en el Imperio de Roma, al par que sus raíces se ahondaban en el subsuelo de la literatura y las artes de Grecia, madre y señora de la civilización europea. El Evangelio se desgajó de la Historia a principios del segundo siglo por la razón de que a los cristianos les pareció bien unir las cuatro facetas de la vida del Señor Jesucristo bajo el nombre genérico de EL EVANGELIO. Podemos ver la providencia de Dios en esta separación, contraria a la intención del autor, ya que LOS HECHOS llega a ser el nexo obligado entre la presentación total de la vida del Dios-Hombre en la tierra y la rica literatura epistolar de los Apóstoles. Si pasáramos de la Ascensión, como final del ministerio de Cristo en la tierra, a las epístolas de Pablo y los demás apóstoles, nos enfrentarían multitud de problemas y cuestiones que no sabríamos solucionar, o que vislumbraríamos oscuramente por deducciones inciertas sobre la base de referencias biográficas e históricas esparcidas por dichas epístolas. Pero el libro de Los Hechos, redactado con diáfana claridad, nos ofrece una selección, hecha por la divina sabiduría de la inspiración a través de la mente de un insigne historiador, de los acontecimientos más significativos de la era de la vida apostólica, de modo que llegamos a las epístolas en posesión de las claves necesarias para la comprensión de los escritos apostólicos. El mismo autor anuncia su designio y describe sus métodos en el prólogo al Evangelio (Lucas 1:14), haciendo mención de la labor de importancia primordial de los testigos oculares, al par que nota la existencia de otras narraciones anteriores. En cuanto a su propia obra añade: “Heme parecido conveniente también a mí, después de haberlo investigado todo con exactitud, desde el principio, escribirte una narración ordenada, oh excelentísimo Teófilo” Lucas 1:3 En cuanto a Los Hechos, pudo ser testigo ocular de mucho de lo que refiere de la obra de Pablo, pero su don especial consistía en recoger, seleccionar y redactar acontecimientos que pertenecían a la primera época de la FE, procurando asegurar la exactitud de su obra y ordenando el material según un plan que, sin duda, se debe al spíritu Santo que utilizaba el temperamento y la preparación de uno de los historiadores más concienzudos de la antigüedad. El lugar del libro entre el Evangelio según S. Lucas y la Epístola a los Romanos se fijó en la época de la controversia antimarcionita (140 a 170 d.C.) y se ha mantenido siempre como enlace natural entre EL EVANGELIO y LAS EPÍSTOLAS desde entonces a nuestros días. II. EL AUTOR DEL LIBRO Tanto el Evangelio como esta historia eclesiástica son escritos anónimos en cuanto a los textos griegos que han llegado a nuestras manos. Hemos de buscar el primer indicio del nombre del autor en los escritos cristianos del siglo segundo, y luego veremos como la evidencia interna concuerda con la información así recogida. Citas que pueden identificarse con textos de Los Hechos se hallan muy tempranamente en los escritos de los padres apostólicos, como por ejemplo Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Eusebio, la epístola “de Bernabé”, en “el Pastor” de Hermas, Ignacio, Policarpo, en las apologías de Justino Mártir, etc. Se nombra a Lucas como el autor pro primera vez en el Prólogo Antimarcionita y se confirma por el testimonio del Fragmento Muratoriano (170 a 200 d.C.). La paternidad común del Evangelio y de Los Hechos se establece por ser los dos dirigidos a un tal Teófilo, miembro del orden ecuestre, u oficial de alta categoría en el servicio de Roma, como se evidencia por el tratamiento de “excelentísimo” que se le concede en el prólogo del Evangelio. La ausencia del título en Los Hechos podría obedecer a una mayor intimidad entre Lucas y su corresponsal. O al hecho de que Teófilo era ya creyente, sobrando por tal razón el ceremonioso tratamiento del principio del Evangelio. La consideración anterior se confirma por el estilo literario de los dos libros, ya que el autor es capaz en ambos de expresarse en los elegantes periodos del griego clásico, como en el prólogo del Evangelio, o normalmente, en buen griego helenístico, que maneja a la perfección. 2.1. El compañero del apóstol Pablo La mayor parte de Los Hechos se narra en tercera persona (tanto del singular como del plural); pero hay ciertas secciones, notablemente la que empieza en Hechos 16:10 (la visión de Pablo en Troas), en la que el autor se asocia con la compañía apostólica, utilizando la primera persona del plural “nosotros”. No es arriesgado deducir que Lucas se unió a la compañía en Troas y que compartiera sus trabajos y triunfos hasta la salida de Pablo de Filipos (Hechos 17:1), cuando la narración sigue en tercera persona. Es notable que vuelva a identificarse con la compañía otra vez en Filipos, al emprender viaje a Troas (20:5,6), señalando los estudiosos una relación especial entre Lucas y Filipos. Es evidente al más profano que el detallado relato de los acontecimientos en Filipos (Hechos 16) delata el testigo ocular que se interesaba intensamente en lo ocurrido. Después de unirse con Pablo en Filipos al final del tercer viaje, es probable que le acompañara más o menos de cerca hasta el fin del periodo de su narración. No nos equivocaremos, pues, al identificar el compañero de Pablo, autor de estos libros, llamado “Lucas” por los cristianos del siglo segundo, como “Lucas, el médico amado” compañero del apóstol durante su primer encarcelamiento en Roma (Colosenses 4:14), y con el fiel amigo que no le abandonó hasta su martirio (2ª Timoteo 4:11). Antiguas tradiciones afirman que era oriundo de Antioquia en Siria, donde pudo haber conocido el evangelio y trabado amistad con Pablo por primera vez. 2.2. Lucas, gentil culto, y destacado siervo de Dios Las referencias personales a Lucas se limitan a los pasajes que hemos notado, en sí bien significativos, puesto que las breves pinceladas trazan los rasgos de un hombre profesional, amado tanto por su temperamento como por su probada fidelidad hasta la muerte. Quedamos con la impresión de un hombre culto, inteligentísimo, lleno de simpatía, investigador por temperamento y por autodisciplina, con el “don de gente” que le capacitaba para averiguar y presentar con fina discreción hasta detalles íntimos de sus biografiados; fiel, abnegado, modesto, trabajador, buen consejero, notable como personaje y como siervo de Dios, entre los muchos colaboradores destacados del apóstol Pablo. 2.3. Lucas como historiador Las investigaciones arqueológicas han cambiado la actitud de los eruditos frente a la Biblia, y cualquier testimonio escritural se trata ahora con respeto por quienes están enterados de los descubrimientos de los últimos cincuenta años. Entre todos los escritos, los de Lucas se han prestado mejor que ninguno a la prueba de la investigación científica y arqueológica porque su narración roza con muchos hechos históricos y condiciones políticas y sociales que son “comprobables”. Hubo tiempo en que los eruditos señalaban una multitud de “equivocaciones” en estos escritos, pero los clásicos trabajos del gran erudito e investigador Sir William Ramsay han cambiado todo eso. Con paciencia ejemplar recorría las tierras del Próximo Oriente, llevando a cabo sus investigaciones literarias y arqueológicas según métodos rigurosamente científicos, y por fin llegó a la conclusión de que Lucas, siguiendo las mejores tradiciones de los historiadores griegos (especialmente las de Tucídides), era el historiador más concienzudo y exacto de la antigüedad. 2.4. La cronología de Lucas Varias veces en el recorrido del libro de Los hechos se hace notar la falta de referencias concretas que enlazaran las crisis del desarrollo de la Iglesia con acontecimientos paralelos de la historia profana, lo que nos ayudaría a fijar una cronología exacta. La fecha del día de Pentecostés se sabe, pero ¿cuánto tiempo duro la evangelización de Jerusalén antes del martirio de Esteban? ¿En que fecha se convirtió Saulo? De todas maneras podemos tomar como fechas fijas, además de la del día de Pentecostés, las siguientes: La muerte de Herodes Agripa I en el año 44 C., que se garantiza por Flavio Josefo. Nos da también la fecha de la persecución herodiana con la visita de Bernabé y Saulo a Jerusalén al llevar allí la ayuda financiera de la iglesia de Antioquia. El gobierno de Galión en Acaya, 51-52 C. He aquí un dato que fija la fecha de la segunda mitad del segundo viaje, la de la labor pionera de Pablo en Corinto y Acaya. Festo asume el gobierno de Judea y Samaria en el año 59 C. En esta fecha Pablo llevaba ya dos años encarcelado en Cesarea (Hechos 24:27), de modo que terminó el tercer viaje y fue arrestado en Jerusalén en el año 57 d.C. A la vez fija el periodo del viaje a Roma, del naufragio, de la estancia en Melita y de la llegada a Roma en el otoño: el invierno y la primavera de 59-60 d.C. Lucas termina su historia dos años más tarde, en 62 d.C. (Hechos 28:30, 31). Solamente dos años más tarde se inició la persecución oficial de los cristianos por Nerón, en la loca carrera que afeaba los últimos tiempos de su reinado.

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