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Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 09 Es evidente que lo sucedido en Samaria no le preocupaba a Saulo. Pero otros de los que se habían dispersado, se fueron rumbo norte, probablemente a través de Galilea, y llegaron hasta Damasco. Esta era la ciudad más antigua e importante de Siria. Parece haber tenido una gran población judía en aquel tiempo, puesto que el versículo 2 habla de las sinagogas en plural. Saulo debe haber escuchado al menos rumores de que los creyentes dispersados tenían éxito en su predicación del Evangelio en aquel lugar. Esto tuvo como fin un suceso sumamente importante, tanto que aparece relatado en tres ocasiones en el libro de los Hechos. La conversión de Saulo (Pablo) (9:1-9) "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer, Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió." Es posible que algunos de los otros que se unieron a la persecución de Hechos 8:1 perdieran su celo contra los cristianos; no así Saulo. Estaba aún respirando amenaza (el griego es singular) y muerte (asesinato) contra aquellos que eran discípulos (aprendices, estudiantes y seguidores) del Señor Jesús. Después (Hechos 26:10) relataría cómo votaba a favor de la muerte de los que habían creído en Jesús. "Respirando" sería aquí literalmente "inspirando". Es un participio griego (empnéon), que indica que esto se había convertido en algo característico y continuo. En otras palabras: Saulo creó alrededor de él una atmósfera de amenazas y muerte tal, que la estaba respirando continuamente. Así como el oxígeno le permite a un atleta seguir adelante, era esta atmósfera la que mantenía en acción a Saulo. Sin embargo, en aquel momento, la mayoría de los creyentes se habían marchado de Jerusalén. Por tanto, Saulo fue por decisión propia al sumo sacerdote y le pidió cartas oficiales para las sinagogas de Damasco, que le dieran autoridad para arrestar a cuantos hallase de este Camino (el Camino), fueran hombres o mujeres, y traerlos atados a Jerusalén (Hechos 26:11, 12). Esto significaría juicio ante el Sanedrín, y probablemente la sentencia de muerte. "El Camino" era un título muy interesante que recibían los creyentes, y que era aceptable para ellos. Cristo es el camino de salvación, el camino de la vida. (Vea Hechos 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22.) Damasco se hallaba a unos 220 kilómetros de Jerusalén en dirección nordeste, pero probablemente el camino en aquellos días tuviera cerca de 320 kilómetros. Cuando ya estaban llegando, lo rodeó repentinamente un resplandor de luz del cielo (centelleó como un relámpago). Como señala Hechos 26:13, siguió brillando alrededor de él con una luz más potente que el sol del mediodía. En la Biblia, se asocia frecuentemente la luz con las manifestaciones de la presencia del Señor. En Juan 17:5, Jesús oró a su Padre diciendo: "Ahora pues. Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese." Cuando resucitó de entre los muertos, su cuerpo resucitado estaba transformado: era inmortal e incorruptible, tal como lo será el nuestro (1 Corintios 15:52, 53). Pero la gloria no le fue restaurada hasta su ascensión. Probablemente los discípulos no hubieran podido soportar la gloria durante los cuarenta días que permaneció en la tierra con ellos. Pero ahora, apareció ante Saulo como el Cristo resucitado y glorificado. Más adelante, Saulo se referiría a esto: "Y al último de todos (después de todas las demás apariciones posteriores a su resurrección), como a un abortivo, me apareció a mí" (1 Corintios 15:8). Saulo, quien probablemente marchara a pie, cayó al suelo, sobrecogido. Entonces oyó una voz: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Lucas, al referirse a Saulo, siempre usa la forma griega de su nombre (como en el versículo 1, "Saulos"). Jesús usó la forma hebrea (Saoúl), que el libro de los Hechos conserva cuidadosamente aquí. Después Saulo confirmaría que Jesús le había hablado en hebreo (Hechos 26:14). Saulo conocía muy bien la Biblia hebrea, y reconoció que tenía que tratarse de una manifestación divina. Pero la pregunta lo confundió. ¿A quién perseguía él, sino sólo a los cristianos? Por eso preguntó: "¿Quién eres, señor?" Algunos piensan que esto quiere decir: "¿Quién es usted, señor?", usando la palabra "señor" sólo como un término de cortesía formal. Pero como reacción a esta manifestación obviamente sobrenatural, la palabra sólo puede referirse al Señor divino. La respuesta le llegó de inmediato: "Yo (enfático) soy Jesús, a quien tú (enfático) persigues." Al perseguir a la Iglesia, Saulo estaba persiguiendo al Cuerpo de Cristo, cuyos miembros están todos en Cristo. (Vea Mateo 25:40, 45; Efesios 1:23; 2:6.) Entonces Jesús añadió: "Dura cosa (difícil, peligrosa) te es dar coces contra el aguijón." Con esto. Jesús reconocía que buena parte de la persecución de los cristianos por Saulo se debía a que no tenía respuesta para sus argumentos. Era una reacción por medio de la cual estaba tratando de resistirse a la convicción del Espíritu Santo. Como un hombre que guiara un buey, el Espíritu Santo había estado guiando a Saulo hacia la verdad del Evangelio, pero él se estaba resistiendo violentamente, coceando contra el aguijón. Los argumentos de Esteban eran ese aguijón; su discurso final y la manera en que murió, eran aguijones; el esparcimiento del Evangelio y la reacción de los creyentes, eran aguijones; los milagros que confirmaban la Palabra eran cada uno de ellos un aguijón. Con todo esto, se estaba hiriendo peligrosamente a sí mismo. Esto no quiere decir que Saulo estuviese consciente de que todas aquellas cosas eran aguijones, ni siquiera de que se diera cuenta de que no tenía argumentos de valor contra los creyentes. Estaba tan lleno de furia, que no podía pensar en otra cosa que en la manera de detenerlos. Pero ahora que se había tenido que enfrentar con todo aquello y con Cristo mismo, no como el simple hombre Jesús, sino como el Señor divino, preguntó con sencillez: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" 5 Esto muestra un cambio total en la actitud de Saulo, que es la evidencia de que hubo en él un arrepentimiento genuino. Entonces, el Señor le dijo que se levantara y entrara a la ciudad de Damasco. Allí se le diría lo que le era necesario hacer. En realidad, Jesús le dijo más cosas a Saulo en este momento, pero Lucas deja el resto para que el mismo Saulo lo diga en su defensa ante Agripa (Hechos 26:16-18). En Galatas 1:1, 11, 12, 16, Saulo dice también claramente que había sido enviado directamente por Jesús, y no por ningún hombre. En otras palabras, era un auténtico apóstol o "enviado", puesto que Jesús mismo lo había enviado. Mientras tanto, los hombres que viajaban con Saulo permanecían atónitos, oyendo la voz (el sonido), pero sin ver a nadie. Hechos 26:14 dice que todos cayeron por tierra, pero pudieron levantarse antes que Saulo. Según parece, Saulo cerró los ojos debido al continuo resplandor; sin embargo, sí vio a Jesús. Después, cuando se levantó del suelo, no pudo ver nada. Sus compañeros de viaje lo tomaron de la mano y lo entraron en Damasco. Allí permaneció durante tres días, incapaz de ver, y no comió ni bebió nada. Ananías es enviado a Saulo (9:10-19) "Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí'. Señor, Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí", él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo; Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco." Al tercer día, el Señor (Jesús) se le apareció a un discípulo llamado Ananías, un judío piadoso convertido al Señor (Hechos 22:12). La aparición tuvo lugar en una visión, en la que Jesús le dijo que fuera a la calle (callejón) llamada Derecha. En los tiempos antiguos, esta calle iba directamente de un extremo de la ciudad al otro, y es todavía una calle importante en el Damasco de hoy. Allí, debía buscar (preguntar) en la casa de Judas a Saulo de Tarso, porque he aquí que sorpresiva e inesperadamente, mientras Saulo estaba orando, había visto (en una visión) a un hombre llamado Ananías que entraba e imponía las manos sobre él, para que recobrara la vista. Ananías puso objeciones al principio. Había oído de muchos acerca de las numerosas cosas malas que Saulo les había hecho a los santos del Señor en Jerusalén. Es evidente que Ananías era un judío nacido en Damasco, o bien había vivido allí por largo tiempo. Como es de suponer, muchos de los creyentes que habían huido de la persecución, habían llegado allí, y traían noticias de la furia de Saulo. También habían llegado noticias de que Saulo tenía autoridad delegada de los jefes de los sacerdotes para apresar a todos los que invocaran el nombre de Jesús. Por esto, es posible que la iglesia de Damasco se hubiera estado preparando para enfrentarse al mismo tipo de dispersión que había tenido lugar como consecuencia de las persecuciones de Jerusalén. El Señor le ordenó de nuevo a Ananías que fuera, y lo tranquilizó diciéndole que Saulo era su propio vaso escogido para llevar su nombre en presencia de los gentiles (las naciones) y también ante reyes, y ante los hijos (pueblo) de Israel. Más aún: Jesús mismo le mostraría a Saulo (le advertiría, le haría ver) cuánto le sería necesario padecer por su nombre. Entonces Ananías obedeció, entró a la casa y puso las manos sobre Saulo, mientras lo llamaba "hermano". Con esto, reconocía que Saulo era ya un creyente. Después le explicó que el Señor lo había enviado, e identificó al Señor como Jesús, que se le había aparecido a Saulo en el camino por donde venía (a Damasco). Es probable que esta explicación le pareciera necesaria a Ananías, porque los judíos usaban normalmente el término "Señor" para referirse a Jehová (Yahvé), el único Dios verdadero. Pero en realidad no era necesario, puesto que Saulo ya había reconocido a Jesús como Señor. Ananías añadió que el Señor lo había enviado por dos motivos. Primero, para que Saulo pudiera recobrar su vista; segundo, para que fuera lleno del Espíritu Santo. De inmediato, algo que parecía escamas cayó de los ojos de Saulo; pudo ver de nuevo, se levantó y fue bautizado. Fue entonces cuando dio por terminado su ayuno, tomó alimento y recobró fuerzas. Después de aquello, permaneció varios días con los discípulos de Damasco. El versículo 12 no habla de que Jesús le diera la orden de imponer manos sobre Saulo para que fuera lleno del Espíritu Santo. Tampoco dice el versículo 18 cómo recibió Saulo el Espíritu. Una vez más, vemos que Lucas no lo repite todo en todos los lugares. Con esto, está indicando realmente que la experiencia de Saulo al ser lleno del Espíritu Santo no fue diferente de la del día de Pentecostés. Podemos tener la seguridad de que habló en otras lenguas en aquel instante, como lo habían hecho anteriormente en Hechos 2:4. Tito 3:5-7 confirma lo anterior, al mostrar que el Espíritu Santo había sido derramado tanto en Saulo como en Tito, abundantemente. Cada uno de ellos tuvo su propio Pentecostés personal. En realidad, no hay duda alguna sobre si Saulo habló en lenguas o no. Años más tarde les diría a los corintios que él hablaba en lenguas más que todos ellos juntos (1 Corintios 14:18).n No se vuelve a mencionar a Ananías. Sin duda, continuaría viviendo en humilde obediencia al Señor y su Palabra. Pero Saulo nunca olvidó a este varón de Dios que fue el primer creyente que lo llamó "hermano". Saulo predica en Damasco (9:20-25) "En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? "Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta." Saulo se convirtió de inmediato en parte del cuerpo de discípulos de Damasco. Puesto que había aceptado el envío del Señor, no esperó para comenzar a predicar a Cristo. De inmediato se fue a las sinagogas donde antes había pensado buscar a los creyentes y enviarlos atados a Jerusalén. Pero, para el asombro de todos (un asombro total que casi los dejaba sin sentido), proclamaba a Cristo (Jesús) como el Hijo de Dios. La gente apenas podía creer que esta fuera la misma persona que asolaba (destrozaba, traía destrucción sobre) aquellos de Jerusalén que invocaban ese nombre. Sin embargo, Saulo estaba cada vez más repleto de aquel asombroso poder y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando (esto es, deduciendo de las Escrituras) que Jesús era el Cristo, el Mesías (el Profeta, sacerdote y Rey ungido por Dios). En otras palabras, usaba las profecías del Antiguo Testamento para mostrarles cómo habían sido cumplidas en Jesús. Después de bastante tiempo, los judíos (esto es, los que no habían creído) resolvieron en consejo matarlo. Pero su plan llegó a oídos de Saulo. Estaban vigilando las puertas muy cuidadosamente día y noche, con la intención de matarlo. La segunda epístola a los Corintios (11:32) indica que el gobernador (etnarca) del rey Aretas IV de Arabia (quien reinó entre el 9 a.C. y el 40 d.C.), cooperaba en aquel plan, o quizá recibiera dinero de los judíos para que los ayudara a capturar a Saulo. Los discípulos de Saulo (sus convertidos), sin embargo, echaron a perder su plan, bajándolo por el muro en una gran canasta flexible hecha de juncos tejidos, o algún material similar. En 2 Corintios 11:33, Saulo añade que lo descolgaron por una ventana. (Se pueden ver casas con una parte construida sobre el muro de la ciudad de Damasco aún hoy.) Gálatas añade a esto que Saulo había recibido el Evangelio que predicaba (incluyendo los dichos de Jesús) por revelación directa del mismo Jesús (Gálatas 1:12, 16). También afirma Saulo que se había alejado de Damasco por un tiempo durante este período, y había ido a Arabia, para volver después a la ciudad. Puesto que, como creen muchos eruditos. Damasco se hallaba dentro del reino de los árabes nabateos en aquellos tiempos, Saulo no tuvo que ir muy lejos de la ciudad. (Es probable que fuera hacia el este.) Gálatas indica también que no fue sino hasta tres años más tarde (o durante el tercer año), cuando los muchos días se cumplieron, y él fue a Jerusalén. Quizá Jesús le diera parte de esta revelación a Saulo durante el tiempo en que estuvo ciego, pero es probable que la mayor parte de ella la recibiera durante el tiempo que estuvo en Arabia. Bernabé recibe amistosamente a Saulo (9:26-31) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo." Al llegar a Jerusalén Saulo trató de unirse a los discípulos (en la adoración y el ministerio de la Iglesia). Pero todos le tuvieron miedo. Sabían lo que él le había hecho a la Iglesia; su primer pensamiento fue que se trataba de algún truco o engaño para averiguar quiénes eran y destruirlos. Sin embargo, Bernabé lo aceptó, haciendo honor a su nombre, que significa "hijo de consolación". Con toda seguridad, realizó algunas investigaciones, y después tomó a Saulo para llevarlo ante los apóstoles, y explicarles cómo había visto al Señor y había hablado abiertamente en Damasco. Esto indica que Bernabé les proporcionó todos los detalles. Durante algún tiempo, Saulo estuvo asociado a los creyentes, y entraba y salía de Jerusalén. Siguió hablando denodadamente con toda libertad en el nombre del Señor, pero pasaba la mayor parte del tiempo hablando y disputando (discutiendo, debatiendo) con los "griegos", es decir, con los judíos helenistas, o de habla griega. Iba a las sinagogas de los helenistas, entre las que se encontraban las mismas que habían discutido con Esteban (Hechos 6:9). Sin embargo, no visitó las iglesias de Judea (las que estaban fuera de Jerusalén), porque más tarde diría que no les era "conocido de vista" en aquel tiempo (Gálatas 1:22). Como antes había sucedido con Esteban, el mensaje de Saulo sobre el Evangelio suscitó la ira de estos judíos helenistas, y trataron de matarlo. Probablemente lo consideraran un traidor que no tenía necesidad de juicio. Tan pronto como los creyentes de Jerusalén oyeron esto, bajaron con Saulo a Cesarea, y lo enviaron a Tarso. Jesús también se le apareció para decirle que se fuera de Jerusalén (Hechos 22:17-21). Sin embargo, los creyentes no lo enviaron lejos simplemente para salvarlo del martirio. Lo enviaron como representante de ellos, y como persona calificada para llevar el Evangelio a Tarso, su ciudad natal. Tarso, que estaba a unos 480 kilómetros en dirección norte, era la capital y la ciudad de mayor importancia de la Cilicia. Estaba situada en la llanura costera, a dieciséis kilómetros del mar Mediterráneo. Era una ciudad libre, y muy conocida por sus estudios superiores. Sólo la superaban Atenas y Alejandría en cuanto a oportunidades de adquirir cultura. Allí se necesitaba a Saulo. Después de irse Saulo, todo se aquietó de nuevo. Lucas, en otro corto resumen, señala que las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria, eran edificadas (acrecentadas espiritualmente y en número), andaban en el temor del Señor, eran fortalecidas por el Espíritu Santo, y crecían. De esto deducimos que tanto Galilea como Samaria habían sido bien evangelizadas ya en este momento, aunque Lucas no dé detalles sobre cómo se hizo. Notemos también que en el texto griego la palabra "Iglesia" aparece en singular. Las diversas asambleas de aquellas regiones se hallaban en comunión las unas con las otras, y constituían un solo cuerpo bajo Cristo, que era su cabeza (Efesios 1:22, 23). Pedro en Lida (9:32-35) "Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor." Después de la breve declaración del versículo 31, Lucas comienza una secuencia que nos lleva hasta el momento en que Pedro les lleva el Evangelio a los gentiles de Cesarea. Puesto que la situación era pacífica en aquel momento en Jerusalén, pudo salir de la ciudad. De manera que comenzó a visitar toda la región mencionada en el versículo 31. En sus viajes, llegó a visitar a los santos (creyentes consagrados) que vivían en Lida (en el camino a Jope). Habiendo hallado allí un paralítico llamado Eneas, que yacía en su cama (colchón) desde hacía ocho años, le dijo: "Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama" (ahora, en este momento, mientras te estoy hablando). Su sanidad fue instantánea. Todos los habitantes de Lida, y de la llanura de Sarón, al oeste y al noroeste de Lida la vieron, y se convirtieron al Señor (Jesús). Llevan a Pedro a Jope (9:36-43) "Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacia cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita; levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. "Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor." En Jope, un puerto marítimo de la costa del Mediterráneo, a unos dieciséis kilómetros al noroeste de Lida, y a sesenta y dos kilómetros de Jerusalén, vivía Tabita (su nombre arameo). También era conocida por el nombre griego correspondiente, Dorcas ("gacela", un antílope considerado símbolo de la delicadeza). Abundaba en buenas obras, especialmente en las obras a favor de los pobres que hacía continuamente. Algunos creen ver en su ministerio un ejemplo del don de ayuda (1 Corintios 12:28). Estando Pedro en Lida, Dorcas enfermó y murió. La lavaron, la colocaron en un aposento alto y enviaron dos hombres a pedirle a Pedro que no tardara en ir a ellos. Cuando Pedro llegó al aposento alto, todas las viudas lo rodearon llorando y mostrándole las túnicas (prendas interiores) y los vestidos largos y amplios que Dorcas hacía (siempre) mientras estaba con ellas. Debido a su actitud desesperada, Pedro las sacó a todas del cuarto, se puso de rodillas, oró y volviéndose al cuerpo, dijo en fe: "¡Tabita, levántate!" (Muchos ven aquí un paralelo entre el Tabita cumi de ahora y el Talita cumi de Marcos 5:41.) Su acción de sacar a los que hacían duelo era un paralelo de lo que Jesús había hecho cuando resucitó a la hija de Jairo (Lucas 8:54). Pedro se hallaba con El en ese momento, y aprendió que una atmósfera de falta de fe no es más que un impedimento para la fe que ve milagros. Sin embargo, Pedro hizo algo que Jesús no había hecho en aquel momento: pasó algún tiempo en oración. Como respuesta a su oración, Dorcas abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó. Dándole la mano, Pedro la levantó. Entonces, llamando a los santos (todos los creyentes), se la presentó viva. Esto fue notorio a través de toda la población de Jope y se convirtió en medio para la dispersión del Evangelio. Muchos creyeron en el Señor (Jesús), pero Pedro no tomó para sí crédito ninguno por esto. No obstante, se quedó en Jope por muchos días con un cierto Simón, curtidor (profesión considerada impura por muchos).

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