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Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 06 El capítulo 4 de los Hechos relata el primer ataque que recibió la Iglesia desde el exterior. El capítulo 5 describe un ataque procedente del interior. En ambos casos, la Iglesia siguió creciendo. Ahora vemos en el capítulo 6, que el número de los discípulos (aprendices, los creyentes que deseaban aprender más sobre Jesús y el Evangelio) seguía creciendo aún. Los Siete Escogidos (6:1-7) En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócero, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquia; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. ¿Qué sucede cuando crece una comunidad de personas? Todos los recién llegados que se aglomeran, causan problemas. En este caso, la Iglesia creciente tenía representación de todos los estratos sociales de aquel momento en Jerusalén y en Judea. Algunos de ellos habían nacido allí y hablaban hebreo en sus hogares; conocían el griego como segundo idioma, puesto que el griego había sido el idioma del tráfico mercantil, el comercio y el gobierno desde los días de Alejandro Magno. En cambio, los judíos nacidos fuera de Palestina no sabían hebreo bien, y normalmente hablaban en griego. Puesto que representaban a muchos países, el griego era la única lengua que todos ellos comprendían. En los capítulos anteriores vimos que los creyentes contribuían a un fondo común para beneficio de los necesitados. A medida que el tiempo fue pasando, la mayoría encontraron trabajos, por lo que ya no necesitaron esta ayuda. Sin embargo, las viudas no podían salir a buscar trabajo. No era nada extraño en aquellos días, especialmente entre los gentiles, que las viudas murieran de hambre. Así es como, en el momento en que comienza este capítulo, las viudas eran las únicas que seguían necesitando la ayuda de este fondo. Es evidente que aquellos creyentes que podían, todavía les traían dinero a los apóstoles para dicho fondo; los apóstoles eran los responsables de que las necesidades de las viudas fueran satisfechas. Es probable que fuera aumentando la tensión durante algún tiempo entre los creyentes que hablaban griego y los que hablaban hebreo, antes de aflorar a la superficie. El idioma siempre es una seria barrera entre las personas. Es fácil que un grupo minoritario se sienta abandonado, especialmente si no entiende el idioma. De hecho, el que no pudieran comprender es posible que haya causado que las viudas que hablaban griego se retrajeran, de tal manera que fueran pasadas por alto con facilidad. Finalmente, la murmuración (descontento a media voz) se levantó entre los creyentes de habla griega contra los de habla hebrea, porque sus viudas eran desatendidas (pasadas por alto) en la distribución diaria. Entonces, los Doce (los apóstoles, entre ellos Matías) llamaron a la multitud (todo el conjunto) de los discípulos y les dijeron que no era justo (agradable, satisfactorio, aceptable) que ellos dejaran (abandonaran) la Palabra de Dios (su enseñanza y predicación) para servir a las mesas (mesas de dinero). Les dijeron a los creyentes que buscaran de entre ellos siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría práctica. A éstos, los apóstoles los encargarían de (pondrían al frente de) este trabajo. En otras palabras, los apóstoles especificaron las cualidades necesarias, y los demás miraron en la congregación para ver quiénes tenían estas cualidades en alto grado. Entonces escogieron a los siete a través de alguna forma de elección. "Encargar" significa simplemente "poner al frente de un cargo". Estos nombramientos no fueron arbitrarios. Fue la congregación la que escogió, y no los apóstoles. Aquí no se les llama "diáconos" a los siete, aunque el verbo es una forma de diakonéo, del cual se deriva la palabra. Lo mas probable es que esta elección sirviera de precedente para lo que en la Iglesia posterior encontraremos como un oficio. (Vea 1 Timoteo 3:8-12; Romanos 16:1, donde Febe es llamada diácono, y no diaconisa.) Algunos ven un significado especial en el número siete. Podría simbolizar un número "completo". Parece más probable que la única razón para tener siete era porque hacían falta siete para mantener la contabilidad y darles el dinero a las viudas. (La palabra griega usada para mesas en este pasaje, significa mesas de dinero.) La selección de aquellos siete hombres les permitió a los apóstoles dedicarse a la oración y el ministerio (la ministración) de la Palabra. Es decir: los apóstoles servían la Palabra, ponían la mesa de la Palabra, mientras que los siete servían el dinero. No hubo disensiones ante esta propuesta (palabra, logas), porque agradó a la multitud (de los creyentes). A continuación seleccionaron a Esteban (en griego, "corona o diadema de vencedor"), un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo; Felipe (en griego, "aficionado a los caballos"); Prócero; Nicanor; Timón; Parmenas y Nicolás, prosélito (gentil convertido al judaísmo) de Antioquía (de Siria). Todos ellos tienen nombres griegos, y sin duda alguna, procedían del grupo de creyentes de habla griega. Con toda certeza, esto muestra la gracia de Dios y la obra del Espíritu Santo en los corazones de los creyentes de habla hebrea. Ellos eran mayoría, pero escogieron todos los "diáconos" del grupo de la minoría. Estos siete estarían a cargo de la administración de los fondos para los necesitados de ambos grupos. Así, no había posibilidad de que los creyentes de habla griega tuvieran más quejas. Esto fue sabio. También muestra cómo el Espíritu Santo derribó la primera barrera que se alzó en la Iglesia. La muchedumbre puso a los siete ante los apóstoles, quienes les impusieron las manos. Esta imposición de manos fue probablemente algo similar al reconocimiento público de Josué en Números 27:18, 19. No le transmitía nada espiritual, puesto que ya era un hombre "en el cual se halla el Espíritu". Pero inauguraba un nuevo nivel de servicio. Esteban y los demás estaban llenos del Espíritu todos antes de esto. La imposición de manos también simbolizaba que pedían la bendición de Dios sobre ellos. Probablemente también orarían para que el Espíritu les concediera todos los dones y las gracias que fueran necesarios para llevar adelante este ministerio. Lucas termina este incidente con otra declaración sumaria, en la que dice que la Palabra del Señor crecía (seguía creciendo). Es decir, la proclamación de la Palabra crecía, lo cual indica que no sólo eran los apóstoles los que estaban comprometidos en su esparcimiento. El número de los discípulos seguía multiplicándose (aumentando) en Jerusalén, y un gran número de sacerdotes obedecían a la fe también. Era un gran logro el que ellos hubieran aceptado el Evangelio y la obediencia a las enseñanzas de los apóstoles, puesto que la mayoría de los sacerdotes eran saduceos que no creían en la resurrección. Es probable que estos sacerdotes continuaran ejerciendo su oficio sacerdotal, puesto que los cristianos judíos eran fieles todos al culto del Templo. Esteban Es Acusado (6:8-15) Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. " Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio. Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés. Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel. El hecho de que los siete (diáconos) fueran escogidos para realizar un servicio más bien rutinario, no limitó su ministerio. Esteban, lleno de gracia y de gran poder, comenzó a hacer (y siguió haciendo) grandes prodigios y señales entre el pueblo. El pueblo no era un simple grupo de espectadores, sino que experimentaba los milagros como dones de Dios que satisfacían sus necesidades. Esta es la primera vez que leemos algo sobre milagros que son hechos por alguien que no es apóstol. Sin embargo, lo importante es que el Espíritu Santo obraba a través de Esteban. El poder sobrenatural del Espíritu era el que hacía la obra. Pronto surgió la oposición. Esta vez vino de judíos de habla griega, quienes, como Esteban, habían regresado para vivir en Jerusalén. Tenían su propia sinagoga (o sinagogas)," en la cual había judíos que eran libertos (hombres liberados, probablemente tomados como esclavos y llevados a Roma, puestos en libertad posteriormente por sus amos romanos). Algunos eran cireneos (de Cirene, al oeste de Egipto en la costa del Mediterráneo) y alejandrinos (de Alejandría, en Egipto). Otros eran de Cilicia (la provincia de donde era oriundo Pablo, en el sureste del Asia Menor) y de la provincia de Asia (en el oeste del Asia Menor). La mayoría de estos judíos de la dispersión tenían que enfrentarse con muchos peligros en sus enseñanzas, puesto que vivían rodeados por gentiles. Por esto, se defendían con más rapidez de todo lo que fuera diferente a lo que sus rabinos les habían enseñado. Pero, aunque trataron de disputar (o debatir) con Esteban, no tenían ni la fuerza ni el poder necesarios para enfrentarse a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. En otras palabras, Esteban no dependía de su propia sabiduría, sino de la unción y de los dones del Espíritu Santo. ¡No es de extrañar que todos sus argumentos cayeran por tierra! A pesar de esto, todavía se siguieron negando a creer, y estaban decididos a detener a Esteban. Por tanto, sobornaron a unos hombres (los convencieron de alguna forma incorrecta) para que dijeran que lo habían oído hablar palabras blasfemas (abusivas, injuriosas) contra Moisés y contra Dios. Es probable que lo que hicieran fuera torcer y malinterpretar las enseñanzas de Jesús que Esteban repetía. Jesús había sido acusado de blasfemia también. Después, soliviantaron al pueblo y también a los ancianos y a los escribas (expertos en la Ley). Con todo este apoyo, arremetieron contra Esteban (de forma súbita e inesperada), lo arrebataron (lo atraparon violentamente y lo mantuvieron firmemente asido), y lo trajeron al concilio (el Sanedrín, o el lugar donde se estaban reuniendo). Entonces presentaron testigos falsos, que presentaban las palabras de Esteban de una forma falsa y engañosa, con la peor interpretación posible. Estos tomaron la palabra para decir que aquel hombre no había cesado de hablar palabras blasfemas contra aquel lugar santo (el Templo) y contra la Ley (de Moisés). También aseguraban haber oído a Esteban decir que Jesús el Nazareno destruiría aquel lugar y cambiaría las costumbres (los ritos e instituciones) que Moisés les había dado. Esto, por supuesto, es una referencia a Mateo 26:61, Marcos 14:58 y Juan 2:19-21, donde Jesús había hablado en realidad del templo de su cuerpo y de su muerte y resurrección. (Vea también Mateo 12:42, donde Jesús afirma: "He aquí más que Salomón en este lugar.") En aquel momento, todos los que se hallaban sentados en el Sanedrín, fijaron sus ojos en él, y vieron su rostro como si fuera el de un ángel. Es probable que esto signifique que tenía un resplandor o brillo que era más que humano y procedía del cielo. Posiblemente era similar al de Moisés cuando descendió de la presencia de Dios en la montaña, o quizá como Jesús cuando se transfiguró y su gloria interior se puso de manifiesto.

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