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Comentario a Hechos de los Apóstoles Capítulo 05 Con el ejemplo de Bernabé ante ellos, dos miembros de la comunidad de creyentes conspiraron para conseguir el mismo tipo de atención que se le daba a él. Aquí se indica claramente que eran creyentes que gozaban de las bendiciones de Dios. Sabían lo que era ser llenos del Espíritu. Escuchaban la enseñanza de los apóstoles, veían los milagros y compartían la comunión. Es evidente que estaban algo celosos de Bernabé, especialmente porque no era oriundo de la ciudad. De manera que ellos también, como había hecho él, vendieron una tierra, una parcela de terreno. Pero en todo lo demás, lo que hicieron contrastaba fuertemente con lo hecho por él. Un Rápido Juicio (5:1-10) "Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías; ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido". Ananías se guardó para sí parte del precio. Safira lo sabía, y por tanto estaba de acuerdo con él y era igualmente culpable. Después, trajo parte de él y la puso a los pies de los apóstoles, dando la impresión de que había hecho lo mismo que Bernabé. Pedro, actuando como representante y vocero de los doce apóstoles, supo de inmediato lo que había hecho. No tenía espías que le reportaran las cosas, pero tenía al Espíritu Santo. Quizá esto le fuera revelado a través de uno de los dones de revelación, como la Palabra de Sabiduría o la Palabra de Ciencia. Le preguntó a Ananías por qué Satanás (el Satanás, el Adversario) había llenado su corazón para que le mintiese al Espíritu Santo y se guardara para sí parte del precio del campo. La pregunta "¿Por qué?" llama la atención sobre el hecho de que su acción era voluntaria; no había excusa para lo que habían hecho. Antes de venderlo, había seguido siendo suyo, y no los estaban obligando a venderlo. Después de venderlo, todavía se hallaba en su poder (autoridad). No había nada que los obligara a darlo todo. Lo que él había concebido en su corazón era una mentira, no para engañar a los hombres, sino a Dios. Satanás se hallaba detrás de lo que hicieron Ananías y Safira. Parece que a causa de su celo, falta de fe y amor por el dinero, el Espíritu del Señor había sido contristado, y ellos estaban en malas relaciones con Dios. Estas cosas no sucedieron de un día para otro. Pero en el instante en que habían conspirado juntos. Satanás había llenado sus corazones (su ser interior entero) y no había lugar para que el Espíritu Santo permaneciera allí. Podían haber resistido a Satanás (Santiago 4:7). Pero dejaron que el orgullo, el amor propio y el amor al dinero los poseyeran. El amor al dinero es la raíz de todos (todas las clases de) males (1 Timoteo 6:10). O sea, que una vez que el amor al dinero toma posesión de una persona, no hay mal que no pueda o no esté dispuesta a hacer. Cuando es el amor al dinero lo que la controla, una persona hace cosas que de otra manera nunca hubiera hecho, incluyendo el asesinato y todas las demás clases de pecado. También se ve claramente que si una persona está llena de amor al dinero, no puede amar a Dios (Mateo 6:24). Guardarse parte del precio de la heredad era también una señal de falta de fe y de confianza plena en Dios. Posiblemente tenían temor de que la Iglesia se desplomara, y pensaban que era mejor que guardaran una buena parte en caso de que esto sucediera. También se ve claro que al mentirle al Espíritu Santo, que era el que guiaba a la Iglesia, a los creyentes y a los apóstoles, le estaban mintiendo a Dios. Esta comparación de los versículos 3 y 4 hace ver con claridad que el Espíritu Santo es una Persona divina. Mientras Ananías todavía estaba oyendo a Pedro, "cayó y expiró". Esto es, exhaló el último suspiro. Esto podrá parecer un castigo muy severo. Ciertamente lo fue. Pero Dios realizó este juicio al principio de la historia de la Iglesia, para que la Iglesia supiera lo que El piensa de la falta de fe, la codicia y la hipocresía egoísta que le miente a El mismo. (Vea 1 Pedro 4:17.) En los tiempos de los comienzos. Dios es más severo con frecuencia. Cuando los hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño (extranjero, pagano) ante el Señor, salió fuego del Santo de los Santos y los quemó (Levítico 10:1, 2). Después de aquello, el pueblo fue más cuidadoso al acercarse a Dios, en cuanto a la forma en que El quería que se hicieran las cosas. Cuando Israel entró por primera vez en la tierra prometida, Acán fue tomado como ejemplo (Josué 7). El primer intento de David para trasladar el arca, fue usando una carreta, como lo habían hecho los filisteos. Hubo una muerte a consecuencia de ello. La segunda vez, tuvo buen cuidado de transportarla a hombros de los levitas, como Dios lo había ordenado. Debemos destacar también que la mentira de Ananías era premeditada. Cuando él murió, vino un gran temor (terror y espanto) sobre todos los que lo oyeron. Sabían ahora que el Espíritu Santo tenía gran poder. El es ciertamente santo, y no da buenos resultados mentirle. No hay duda de que aquello evitó que otros cometieran el mismo tipo de pecado. No se esperaba mucho tiempo para enterrar a las personas en aquellos días. Según las costumbres, los jóvenes lo envolvieron rápidamente en una sábana de lino, lo sacaron de la ciudad y lo enterraron. Unas tres horas más tarde entró Safira, sin saber lo que le había sucedido a su esposo. Es evidente que iba en busca de elogios y alabanza. Pedro respondió a sus miradas inquisitivas preguntándole si ella y su esposo habían vendido la tierra por la cantidad que él había traído. Así le estaba dando una oportunidad para confesar la verdad. Pero ella mintió también. Pedro fue igualmente severo con ella. Su pregunta indicaba claramente que sabía que ella y su esposo se habían puesto de acuerdo para tentar al Espíritu Santo (ponerlo a prueba). Deliberadamente, estaban tratando de ver lo lejos que podían llegar en su desobediencia sin provocar la ira de Dios. (Compare con Éxodo 17:2; Números 15:30, 31; Deuteronomio 6:16; Lucas 4:12.) Entonces Pedro le llamó la atención sobre los pies de los jóvenes que entraban por la puerta y regresaban de enterrar a su esposo. Ellos la llevarían a ella también. De esta forma, por el mismo tipo de milagro de juicio divino, Safira cayó de inmediato a los pies de Pedro y expiró. Entonces llegaron los jóvenes, la encontraron muerta, la sacaron y la enterraron junto a Ananías. (Es probable que los pusieran en un nicho dentro de una tumba, ya fuera en una cueva o en una tumba cavada en el costado de una colina.) Purificada y Creciente (5:11-16) "Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas. Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos, mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados". Una vez más se insiste en que un gran temor vino sobre toda la Iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas. Pero el temor era un temor santo, y no dividió a la Iglesia ni fue obstáculo para la obra de Dios. Algunas personas tienen la idea de que debemos rebajar las exigencias de Dios para que la Iglesia pueda progresar en el mundo de hoy. Sin embargo, esto nunca ha sido cierto. La Iglesia siempre se ha fortalecido cuando ha logrado tener visión de la santidad de Dios. Los apóstoles continuaron llenos del Espíritu y de poder y haciendo muchas señales milagrosas y prodigios sobrenaturales. Estos milagros nunca fueron hechos por exhibición. Al contrario, todos servían para mostrar la verdad del Evangelio y el hecho de que Jesús tenía interés en los suyos y en sus necesidades. La Iglesia también continuó unánime, reuniéndose diariamente a las horas de oración en el pórtico de Salomón en el Templo (y probablemente llenando también el patio del Templo que se hallaba junto a ella). El temor que había surgido a consecuencia de la muerte de Ananías y Safira, afectó también a los no creyentes, de tal manera que ninguno de ellos se atrevía a juntarse con ellos. Esto es, los no creyentes no se atrevían a mezclarse con la muchedumbre de los creyentes y fingir que eran del grupo (quizá por curiosidad o quizá en la esperanza de recibir parte de las bendiciones). Sin embargo, esto no significa que el crecimiento de la Iglesia se hiciera más lento. Cuando el pueblo vio cómo Dios trataba el pecado en medio de los creyentes, se dio cuenta de que la Iglesia toda estaba agradando a Dios y tenía altas normas de honradez y justicia. Por esto la alababa grandemente. El resultado cierto fue que se añadían cada vez más creyentes al Señor (al Señor Jesús, y no sólo a la Iglesia como cuerpo externo), gran número (multitud) tanto de hombres como de mujeres. Se ha sugerido que el número de creyentes era superior a los diez mil en aquellos momentos. Como los creyentes confiaban en el Señor, traían a los enfermos (entre ellos los lisiados, los cojos y los débiles), los sacaban a las calles (a las calles anchas o a las plazas públicas) y los ponían en camas (reclinatorios, literas) y (lechos colchones, mantas), para que cuando Pedro pasase, al menos su sombra cubriera a algunos de ellos. Es decir, creían que el Señor honraría la fe de Pedro y la de ellos, aun si Pedro no podía detenerse para imponer manos sobre cada uno de ellos. La noticia de lo que Dios estaba haciendo se corrió por los poblados circundantes de la Judea. Pronto, debido a su fe recién descubierta, comenzó a llegar una multitud procedente de aquellos poblados, trayendo a los enfermos (aquí se incluyen los enfermos, los débiles, los cojos y los lisiados) y a los atormentados (vejados, molestados) de espíritus inmundos. Probablemente todos ellos, incluyendo los del versículo 15, fueran sanados. Aquel momento era una circunstancia crítica en la historia de la Iglesia, y Dios hacía cosas especiales. El Arresto De Los Doce Apóstoles (5:17-26) "Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida. Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. Pero cuando llegaron los alguaciles, no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron y dieron aviso, diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. Cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. Pero viendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones que pusisteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo. Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo". Una vez más, los saduceos del lugar, entre los cuales estaban el sumo sacerdote y sus amigos más cercanos, estaban molestos. Esta vez, estaban llenos de indignación. La palabra griega (zelóo) puede significar celo o entusiasmo en buen sentido, o puede significar también la peor forma de celos. No es fácil ver cómo se usa esta palabra aquí. También implica espíritu partidista y celo por sus enseñanzas saduceas contra la resurrección. Podemos estar seguros de que detestaban ver que las multitudes se reunían alrededor de los apóstoles. Aquella indignación celosa hizo que los saduceos se levantaran (se pusieran en acción), arrestaran a los apóstoles y los echaran a la cárcel pública. En realidad, lo que hay aquí es un adverbio que significa "públicamente". Esto es, aquello fue hecho delante de una multitud que miraba. Es evidente que los sacerdotes y los saduceos se sentían desesperados. Esta vez se atrevieron a arriesgar la desaprobación de la muchedumbre. Durante la noche, un ángel (el griego no tiene el artículo determinado "el") del Señor abrió las puertas de la prisión y les dijo a los apóstoles que fueran, y puestos de pie en el Templo, anunciaran al pueblo todas las palabras de esta vida, esto es, las palabras que le dan vida a todo aquel que crea. (Vea Juan 6:68.) El Evangelio es más que una filosofía o un conjunto de preceptos. Por medio de la obra del Espíritu Santo, es capaz de dar vida. Debido al mandato del ángel, entraron de mañana (al amanecer) en el Templo y comenzaron a enseñar en público. Esto debe haber asombrado a los que habían visto que los habían arrestado y echado a la cárcel la noche anterior. También les debe haber ayudado a ver que Dios seguía con los apóstoles, y apoyando su mensaje. Aquella misma mañana, algo más tarde, el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al concilio (el Sanedrín). Se identifica con más claridad a este concilio como el conjunto o Senado de todos los ancianos de los hijos de Israel. Esta expresión parece significar que los setenta miembros se hallaban presentes. También está diciendo implícitamente que en la ocasión anterior, cuando Pedro y Juan fueron arrestados (y en otras ocasiones, como en el juicio de Jesús), sólo se había llamado a los que eran saduceos controlados por el sumo sacerdote. Como eran la mayor parte del Sanedrín, constituían quorum. Pero esta vez, como sabían que iban en contra de la mayoría del pueblo de Jerusalén, reunieron todo el concilio, esperando que estuviera de acuerdo con su decisión y apoyara el castigo a los apóstoles. Cuando enviaron a los alguaciles (sirvientes, ayudantes) a la prisión para buscar a los apóstoles, no estaban allí. Al regresar, los alguaciles les reportaron que habían encontrado la prisión todavía cerrada con toda seguridad, o sea, con las puertas todavía firmemente cerradas, y con los guardas de pie junto a las puertas. Pero, cuando abrieron las puertas, no encontraron nadie dentro. Estas palabras hicieron que el sumo sacerdote y los que estaban con él sintieran una duda (y turbación) que les preocupaba, y se preguntaran en qué vendría a parar aquello. (Aquí se traduce una forma de la palabra griega que se traduce por convertirse, suceder.) También significa que se preguntaban y se preocupaban sobre qué sucedería después. En aquel momento llegó alguien y les informó que los hombres que debían estar en prisión, se hallaban en el Templo de pie, enseñándole al pueblo pública y abiertamente. Entonces el jefe de la guardia (comandante de la guardia del Templo) fue con los alguaciles (sirvientes, ayudantes del Templo) y trajo a los Doce sin violencia (sin uso de fuerza). Fueron cuidadosos, porque tenían miedo de que el pueblo se les rebelara y los apedreara. Había tenido que tratar con multitudes anteriormente y sabían lo que el espíritu y la violencia de las masas pueden hacer. Por supuesto que, en realidad, no tenían necesidad de usar fuerza. Los apóstoles fueron voluntariamente, aunque sabían también que no tenían más que decir una palabra, y la multitud habría apedreado a aquellos alguaciles por blasfemadores de los siervos de Dios y enemigos suyos. Sin embargo, no hay duda de que los apóstoles tenían la esperanza de que aquel arresto se convertiría en otra oportunidad para dar testimonio de su Mesías y Salvador. El Veredicto: ¡Matarlos! (5:27-33) "Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste. Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos". El sumo sacerdote prefirió no preguntarles a los discípulos cómo había salido de la prisión. Obviamente, se trataba de algo sobrenatural, y posiblemente no quisiera oír hablar de ángeles, puesto que no creía en ellos. Por esto, comenzó por preguntarles a los apóstoles si el Sanedrín no les había mandado estrictamente que no enseñasen en ese nombre (una referencia despectiva al nombre de Jesús). Después los acusó de llenar a Jerusalén con su doctrina (enseñanza), y de querer echar sobre los dirigentes judíos "la sangre de ese hombre". La afirmación de que habían llenado a Jerusalén con sus enseñanzas era una gran admisión de la eficacia que tenía el testimonio de los apóstoles. No obstante, el sumo sacerdote entendió mal sus intenciones, probablemente porque, a pesar de sí mismo, se sentía culpable por lo que se había hecho con Jesús. De manera que la declaración de que los apóstoles querían vengar en ellos la muerte de Jesús, no era más que una simple calumnia y era completamente falsa. Pedro y los apóstoles (siendo Pedro el vocero de todos) no pidieron disculpas. Sin dudar un instante, respondieron: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (los seres humanos)." "Obedecer" es aquí una palabra usada para expresar la obediencia a alguien que se halla en autoridad, como en Tito 3:1. Al estar conscientes de la autoridad de Cristo, estaba diciendo el equivalente a: "Tenemos que obedecer." Anteriormente, en Hechos 4:19, dijeron: "Juzgad." Pero el Sanedrín no juzgó que los apóstoles tenían una necesidad dispuesta por Dios, de esparcir el Evangelio. Por tanto, ahora ellos tenían que declararse con toda fortaleza. Pedro no dudó en recordarles cómo el Dios de sus padres (el Dios que guarda su pacto, el Dios que le había hecho la promesa a Abraham) resucitó a Jesús. Después, una vez más, hizo un contraste entre la forma en que Dios trató a Jesús y la forma en que los dirigentes judíos lo trataron, colgándolo de un madero. Contrariamente a lo que ellos temían, los apóstoles no deseaban, ni Dios tenía la intención de castigarlos por esto. Más bien. Dios había exaltado a Jesús, el mismo que ellos habían crucificado, con (a) su diestra para que fuera Príncipe (autor, fundador) y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento (es decir, oportunidad de arrepentirse) y perdón de pecados. Por supuesto que Pedro aquí no tiene la intención de restringir esta ofrenda de perdón a Israel, sino simplemente aplicarla a aquellos con los que estaba hablando. El propósito de Dios era darles perdón y salvación a todos los pecadores. Su culpa sería cancelada si querían arrepentirse. Al exaltar a Jesús, Dios lo había puesto en una posición donde sería fácil arrepentirse o cambiar su actitud con respecto a El. Como anteriormente, los apóstoles hicieron resaltar que ellos eran los testigos de Cristo y de estas cosas (estas palabras; griego rhemáton, vocablo usado para las "palabras" de esta vida en el versículo 20). Después Pedro añadió que también lo era el Espíritu Santo que Dios había dado (y todavía da, como en el día de Pentecostés) a los que le obedecen (y reconocen su autoridad). El es el Dador (Juan 15:26, 27). Se ve bien claro que el don del Espíritu no estaría limitado a los apóstoles o a su época. Evidentemente, la mayoría del Sanedrín pensó que las palabras de Pedro significaban que los apóstoles no sólo los consideraban culpables de la muerte de Jesús, sino también de negarse a aceptar la autoridad de Dios y obedecerlo. (De hecho, los apóstoles unieron su testimonio al testimonio del Espíritu.) Por esto, en lugar de aceptar la oferta de arrepentimiento, nse enfurecieron (se sintieron atravesados, tocados hasta la médula con ira, indignación y celos). Inmediatamente comenzaron los procedimientos para matar a los apóstoles. (Se usa la misma palabra para matar aquí, que cuando se habla de matar a Jesús, en Hechos 2:23.) El Consejo De Gamaliel (5:34-42) "Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios. Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo". Los primeros en actuar en contra de los apóstoles, fueron los saduceos. Pero esta vez, se había reunido todo el Sanedrín, y en él había algunos fariseos prominentes. Entre ellos se hallaba Gamaliel, doctor (maestro autorizado) de la Ley, altamente estimado por todo el pueblo. En el Talmud judío se afirma que era nieto de Hillel (el maestro más influyente de los fariseos, tenido en gran estima por todos los judíos ortodoxos posteriores). Pablo fue instruido por Gamaliel, y se convirtió en uno de sus estudiantes más sobresalientes. Levantándose, Gamaliel se hizo cargo de la situación y ordenó que sacaran a los apóstoles por un momento. Entonces procedió a advertirle al Sanedrín que tuviera cautela y mirara (le prestara cuidadosa atención) lo que iba a hacer (o estaba a punto de hacer) a estos hombres. Con dos ejemplos, les recordó a los miembros del concilio que en el pasado, algunos personajes habían reunido seguidores, pero no habían llegado a nada. El primer ejemplo fue Teudas, quien dijo de sí mismo que era alguien. Teudas era un nombre corriente, y es probable que fuera uno de los rebeldes que se levantaron después de la muerte de Herodes el Grande en el año 4 a.C. (Josefo habla de otro Teudas que surgió después.) A este Teudas se le unieron unos cuatrocientos hombres. Fue asesinado, y todos los que le obedecían (y creían en él) fueron dispersados y reducidos a nada. Después de Teudas, se levantó Judas el galileo en los días del censo (hecho para preparar los impuestos). Este llevó tras de sí un considerable número de personas. Pero él también pereció, y todos los que le obedecían fueron dispersados. La conclusión a la que llegó Gamaliel fue que debían apartarse de estos hombres y dejarlos (permitir que se fueran), porque si este consejo o esta obra era de (salida de) los hombres, se desvanecería (sería derrocada, destruida). Pero si era de Dios, no podrían destruirla (ni destruirlos a ellos), "no seáis tal vez hallados luchando contra Dios". Debemos recordar que este era un refrán de los fariseos. Es decir, el relato inspirado dice claramente que fue Gamaliel quien dijo esto; las palabras que se recogen aquí como dichas por él, eran las conclusiones de su propio pensamiento, su razonamiento humano, y no una verdad de Dios. Por supuesto que es cierto que lo que es de Dios no puede ser destruido. También es cierto que es absurdo tratar de unir medios físicos para destruir fuerzas espirituales. Pero no es cierto que todo lo que es de los hombres sea destruido pronto y sus seguidores sean dispersados. Hay muchas religiones paganas, doctrinas falsas y sectas modernas que mantienen grupos de seguidores después de muchos años. Los juicios del final de esta época las harán llegar a su fin a todas, y las cosas de Dios continuarán. Sin embargo, debemos tener cuidado en no llevar demasiado lejos las palabras de Gamaliel. Lo cierto es que surtieron su efecto sobre el Sanedrín, y los gobernantes fueron persuadidos por él. Después, hicieron entrar a los apóstoles y los azotaron fuertemente (con látigos que les quitaron la piel de la espalda). La palabra griega puede significar en realidad "despellejar". De esta manera, el concilio aún expresó su rencor y su indignación contra los apóstoles, probablemente con los 39 latigazos acostumbrados. (Vea 2 Corintios 11:24; Deuteronomio 25:3.) (Jesús les había advertido que esto sucedería: Marcos 13:9.) Entonces, el concilio les intimó (les ordenó) que no hablasen en el nombre de Jesús, y se les puso en libertad. Salieron de la presencia del Sanedrín gozosos por haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Es decir, sufrieron por todo lo que incluye el Nombre de Jesús, y por tanto su personalidad y naturaleza, especialmente su mesianidad, su divinidad, su condición de Salvador y su señorío. (Vea Filipenses 2:9, 10.) La oposición de los dirigentes judíos se suavizó por un tiempo, y los apóstoles pudieron continuar su ministerio con libertad. Todos los días en el Templo, y de casa en casa, nunca cesaban de enseñar y predicar las buenas nuevas de Jesucristo (el Mesías Jesús). Valientemente, desafiaban las órdenes del Sanedrín, sin prestar atención alguna a sus amenazas.

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